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jueves, 24 de enero de 2013

Play it again





The impossible dream

No me digas que nunca has tenido un sueño imposible. Una tontería, una quimera, un anhelo que sabes inalcanzable. ¿Cada día? Cuidado no te pase como a aquel viejo caballero, soñó tanto que llegó a creerse sus propias fantasías, a vivir dentro de ellas.
Además de para hacer dinero -mucho dinero a veces- el teatro musical fue inventado para hacernos soñar. Para abandonar durante un rato nuestra realidad y cruzar esa pared invisible -la nº 4- tras la que  todo se transforma. Para eso mismo fueron inventadas las canciones, para perdernos en una tierra de nadie durante poco más de tres minutos y regresar como nuevos, o no regresar nunca del todo. Pero eso solo lo consiguen las realmente buenas, igual que la poesía o la pintura, llaves que pueden abrir las puertas de la imaginación de par en par. Cuando sucede este milagro, no tenemos más remedio que pedir más, que suene otra vez, por favor, ponla otra vez...
A pocos se les habría ocurrido montar un show nada más y nada menos que sobre El Quijote. ¿La obra más valorada de la literatura universal convertida en musical? La verdad es que hay que tener agallas. Pero en mitad de los años sesenta todavía había muchas de esas agallas en Broadway. Colette, Twain, Dickens, Voltaire, Hugo, Bernard Shaw... todos han sido llevados -a veces por los pelos- al maravilloso y peligroso mundo de las candilejas. A Shakespeare le hicieron moverse a ritmo de jazz entre pandilleros de barrio y T.S. Elliot llenó los escenarios de gatos bailarines durante décadas, pero ¿hincarle el diente a Cervantes? Sí, hace falta valor.
Man of La Mancha surgió de un telefilme llamado I, Don Quixote, escrito por Dale Wasserman sobre una dramatización no musical del famoso relato. El punto de partida era el momento en que Cervantes ingresa en la Cárcel Real de Sevilla acusado de quedarse con dinero público cuando trabajaba como recaudador de impuestos. Aunque nunca se llegó a demostrar que lo hiciera, lo que sí parece que hizo durante su cautiverio fue fraguar la novela más grande jamás escrita. Y ahí es donde arranca el musical, en el momento en que el autor toma contacto con la sordidez de la prisión, cuando cree que finalmente ha tocado fondo, cuando la decadencia que le rodea le lleva a refugiarse en los recovecos de su imaginación.
El elemento más importante del argumento -que también constituye la pulpa del libro- es la dicotomía entre realidad y ficción, los sueños de grandeza, la heroicidad de un pasado glorioso en contraste con la miseria y la vulgaridad que reinaba en las calles de una España en franco declive. Y el protagonista como un reflejo de todo ello. Cervantes y Alonso Quijano, dos en uno, en lucha con sus propios demonios convertidos en gigantes, monstruos que en realidad no eran más que simples molinos de viento.
La partitura fue escrita por Mitch Leigh con letras de su habitual colaborador Joe Darion. Y se puede decir que nunca volvieron a estar tan inspirados como cuando, allá por el año 1965, crearon este racimo de bellísimos temas. Pero entre todos ellos brilló desde el principio una balada única, un himno chapado con un cincuenta por ciento de esperanza y otro cincuenta de melancolía.
The Impossible dream (The Quest). Aldonza encuentra a Don Quijote en el patio de la hostería dispuesto a velar sus armas durante toda la noche. Ella no lo entiende, igual que no puede comprender que la adore y la trate como una dama siendo en realidad una vulgar prostituta. Todos se burlan de ese lunático estrafalario que confunde la bacía de un barbero con un yelmo dorado. Aunque algunos empiezan a contagiarse de su locura y escuchan sus explicaciones sobre el verdadero sentido de su misión en la tierra. Y así, del modo más dulce, y ante la incrédula y triste mirada de su amada, comienza a sonar la melodía.
La forma en la que estas palabras y esta música nos llevan lentamente, en un suave crescendo hasta la apoteosis final, describe un noble sentimiento pero también una irremediable sensación de fracaso. El héroe y el perdedor, más o menos lo que todos llevamos dentro.
Muy lejos del fracaso de las hazañas de su protagonista, Man of La Mancha -contra todo pronóstico- fue un éxito rotundo en su época. Más de 2000 representaciones, cinco Tonys, mejor musical del año, adaptación al cine con Peter O´Toole y Sofia Loren... nada que ver con el espíritu de pérdida del personaje. Y El sueño imposible, como se llamó aquí, fue un auténtico hit desde el mismo instante del estreno. Jacques Brel, Elvis Presley, Frank Sinatra, Andy Williams, Cher, Maria Bethania... todos lo incorporaron a su repertorio. Fue la melodía de alguna que otra campaña electoral americana (el "yes we can" de Robert Kennedy), naturalmente del partido demócrata, y ha sido traducida a múltiples lenguas.
Aunque la melodía nos pueda resultar algo manida, de tantas veces usada e interpretada, démonos un rato para apreciarla con calma, para leer sus palabras, dejarnos arrastrar por la honda melancolía de sus notas y sus versos. Igual nos dan ganas de coger el primer tomo de la ilustre novela y perdernos, como aquel caballero de triste figura, entre las hazañas, las locuras y los sueños imposibles.












jueves, 10 de enero de 2013

Standing ovation





Being alive

Para aparecer en esta sección solo hay que cumplir dos requisitos. Que la obra en cuestión sea como para levantar de su asiento al respetable, y que quien escribe haya sido uno de los que no tuvieron más remedio que levantarse. Es decir, que no me lo hayan contado o lo haya leído, vamos, que yo mismo en persona estuviera allí para comprobarlo. Crazy for you, Wicked, Follies, La cage aux folles, Mary Poppins, Oliver... Tan diferentes pero todas con algo en común: me hicieron gritar de emoción -sí, yo soy de los que gritan- de satisfacción, de alegría, del gozo que te produce contemplar un trabajo tan bien hecho.
La primera vez que cayó en mis manos esta pieza en forma de CD -benditos años en los que aún no había descubierto casi nada- me produjo cierta extrañeza. Los musicales que conocía solían contar una historia salpicada de canciones alusivas a cada situación, pero aquí no hay una historia en concreto sino muchas, o ninguna. La de todos y la de nadie en particular.
George Furth, un escritor vinculado al Actor´s Studio, había redactado una serie de piezas cortas -un total de once escenas sueltas- para que las interpretara una de las musas de tan experimental grupo, la actriz Kim Stanley. Anthony Perkins quiso unirlas con idea de dirigir la función, para lo que pidió ayuda a su amigo Steve. Así fue como Sondheim se topó con este material, y secundado por su colega Harold Prince vio las posibilidades que este revoltillo tenía para convertirse en un musical. Uno moderno, experimental, arriesgado, muy de los setenta. Ambos estaban comenzando una relación que cambiaría la idea del musical tradicional para siempre. De hecho, con su innovadora estructura hicieron lo que se conoce como un "concept musical", una obra en la que lo importante no es el desarrollo de la narración en sí, sino una idea, una premisa o una metáfora ilustrada con escenas y números muchas veces inconexos. Kurt Weill ya había hecho algo así con The threepenny opera, Cabaret también sigue ese modelo -al igual que otros como Hair o Cats- pero la forma en que se plantean las situaciones en Company así como su enfoque deliberadamente coral fueron totalmente novedosos.
Eso en cuanto a la forma, pero ¿cuál es la tesis que plantea? Uff, una bien compleja, o tremendamente simple, según se mire. La de la soledad, la libertad, el matrimonio, el sexo, el amor... la búsqueda compulsiva y la huída despavorida de la compañía. Ese perro que trata sin éxito de morderse la cola. Quiero ser libre, quiero estar solo, pero tengo miedo a la soledad. Quiero encontrar el amor, quiero casarme, pero me aterra el compromiso.
Bobby cumple 35 años. Es el único soltero entre sus amigos, una panda de neoyorkinos de clase media que defienden la pareja como única forma de vida adulta, pero al mismo tiempo envidian desesperadamente al single del grupo. En un loft aparentemente vacío, todos lo esperan para darle una fiesta sorpresa -con la que comienza y finaliza el show- pero entremedio se superponen desordenadas escenas entre Bobby, Robert o Robbie, sus colegas y sus parejas llevándonos desde la comedia al drama en un viaje inesperado al interior de nuestras propias existencias. Todos, absolutamente todos podemos vernos reflejados en algún personaje o situación de esta a veces disparatada farsa contemporánea. La costumbre, el tedio, el aburrimiento, la falta de libertad... están en un plato de la balanza. El amor, la complicidad, el calor, la familia y la compañía ponen su peso en el otro. Como podréis imaginar, este conflicto queda sin resolver al final del show. Exactamente igual que en la vida misma.
Company se estrenó en el Alvin Theatre el 26 de abril de 1970 con críticas entusiastas y algunas algo frías, las que tal vez requerían más tiempo para entender su propuesta. 705 representaciones demuestran la acogida de un público que no ha dejado de responder a lo largo de las múltiples revisiones que desde entonces se han hecho.
El año pasado se produjo una versión en concierto con la New York Philharmonic Orchestra protagonizada por Neil Patrick Harris con estrellas del teatro, la televisión o el cine. Martha Plimpton, John Cryer, Anika Noni Rose, Jim Walton o Christina Hendricks forman parte de este increíble grupo entre los que hay varios actores que no suelen cantar, pero cómo cantan... Los acompaña una veterana, una diva entre las divas, una bestia interpretativa llamada Patti LuPone, una actriz que crece conforme cumple años, la Joanne perfecta (digna heredera de la Stricht), esa snob amargada, cansada de su vida, de su dinero, de sus esposos, de sus divorcios, de sus resacas... una de esas muchas damas de Madison Avenue que salen juntas a comer -y a beber- a comprar y a olvidar lo irremediablemente vacías que están sus vidas.
Los que no pudimos estar el único día que se representó, podemos ver la magnífica grabación que se ha hecho, lo que nos ha traido, refrescado y rejuvenecido (como si hiciera falta) esta pieza, esta obra maestra que hizo diversificarse y madurar al teatro musical americano, como todo lo que parió su autor.
Sentados en nuestra butaca -o en nuestro sofá- aún podemos ver como esta obra nos escupe a la cara nuestra propia realidad así como quien no quiere la cosa. Entre bromas, sketches y un puñado de preciosas, precisas e inteligentes canciones, Company nos hace reir, llorar, sonreir, mirar de reojo al que está sentado al lado, desnudarnos en público y volvernos a vestir.
Por todo ello me levanto del asiento dando palmas, gritando bravo y deseando que los actores no dejen de salir a saludar una y otra vez. No sea que tengamos que abandonar el teatro y encontrarnos con nuestra vida, con nuestras alegrías y nuestras penas, con nuestra compañía o nuestra soledad... pero al fin y al cabo en eso consiste estar vivo ¿no?
So, I´d like to propose a toast!