Wilkommen, bienvenue, welcome!!

jueves, 21 de febrero de 2013

Another opening, another show! (Una historia de Broadway 7)




A helluva town!

De izquierda a derecha: Leonard Bernstein, Jerome Robbins, Betty Comden y Adolph Green. Cuatro amigos reunidos junto a un piano improvisando melodías y letras. Inventando una ciudad que quedaría fijada de esa forma para siempre en el imaginario colectivo. New York, New York...
Para muchos, la verdadera fragua del teatro musical fue el Broadway de entre guerras. Las primeras grabaciones de musicales y la venta masiva de discos de shows comenzó en esta época. Desde Gershwin a Berlin, desde Kern a Cole Porter los autores no solo triunfaban en los escenarios sino en la radio y en los comercios. Aquellas canciones abandonaban su contexto dramático y se convertían en temas de enorme popularidad, los primeros "hit parades" de la historia. La gente necesitaba prolongar el disfrute de las funciones llevándoselas a casa o metiendo una moneda en los jukebox. Smoke gets in your eyes, Beguin the beguine, Where or when, You´re the top...
En plena Segunda Guerra Mundial el público americano manifestó un claro deseo de huir de las malas noticias. El mundo se estaba hundiendo alrededor pero la fiesta debía continuar, the show must go on!
A raíz de la gran aceptación de obras como Oklahoma, las nuevas producciones comenzaron a dar un lugar primordial a los argumentos y las historias sobre los temas o los números musicales. Rogers y Hammerstein se estaban convirtiendo en los reyes del showbusiness creando un tipo de espectáculo en el que las canciones estarían al servicio de la narración, empujándola y haciéndola avanzar, nunca interrumpiéndola. Dos años después del estreno de su primera obra juntos decidieron afrontar otro difícil reto, convertir un dramón del húngaro Ferenc Molnár llamado Liliom en un musical. Así nació Carousel, una de las cimas de su carrera y de la historia del teatro universal. El argumento de esta pieza no era cómodo ni agradable, ni desde luego tenía un final feliz. Una historia de amor amarga, incorrecta y cruel en la que se abordaba el maltrato, el abandono y el suicidio, y en la que los personajes principales tomaban decisiones que distaban mucho de la moral establecida. Sin embargo los autores fueron capaces de envolver la acidez de la trama con un libreto y una serie de temas que atrapan al público desde el comienzo -la obertura más hermosa jamás compuesta- y no lo sueltan hasta la apoteosis final, el conmovedor himno "You´ll never walk alone". Stephen Sondheim, pupilo de Oscar Hammerstein, contaba que cuando fue a su estreno siendo aún adolescente, hechó a perder con sus lágrimas un valioso abrigo de pieles de la esposa del famoso letrista que estaba sentada a su lado. Así que los dioses también lloran...
Tal vez animados por el extraordinario éxito que poco antes había tenido Oklahoma, un grupo de amigos se reunireron para idear un show, pero no al modo tradicional, uno diferente, innovador y atrevido. Con veintipocos años Lenny Bernstein inivitó a un par de compositores y un coreógrafo a su apartamento del Village y tras varias sesiones de charlas, risas -copas y cigarrillos, claro- y mucha música, empezaron a dar forma a una de las páginas clave de la historia del teatro musical. On the town fue lo que se comenzó a llamar un "musical integrado" en el que las canciones seguirían a la narración y no al revés. Los gags tampoco estarían aislados del desarrollo dramático del producto, como solía ocurrir antes, sino que constituirían un todo, una amalgama unida también a las coreografías, que ahora no solo tratarían de adornar la función sino de apoyar al contenido global de la misma.
Otro elemento renovador de esta propuesta eran los propios personajes. En la alocada aventura de tres marineros que desembarcan un día en Nueva York se cruzan personas normales, incluso vulgares. Aquí no hay héroes y heroinas, tampoco bellezas sublimes e inalcanzables, solo gente corriente con ganas de diversión, evasión, un poco de sexo y tal vez amor. En contraste, la partitura de Bernstein le daba un matiz sinfónico elevando este show a la tribuna de las composiciones clásicas, sin dejar atrás los ritmos jazzísticos y sincopados del momento. Más difícil todavía, y aparentemente tan sencillo...
La imagen que esta obra ofrecía de la mujer de su tiempo era totalmente revolucionaria. ¿Cuándo habríamos visto a una chica taxista tratando de llevarse a un ingenuo marinero a su casa? (Come up to my place). ¿Cuándo habríamos oído una canción en la que una mujer hiciera gala de "sus otras habilidades" además de su buena mano en la cocina? (I can cook too). Definitivamente algo estaba cambiando en la sociedad americana de los años cuarenta, y el musical de Broadway no podía quedarse atrás, tenía que reflejarlo.
On the town nos habla de un tiempo en que la gente aprendía a vivir al día, exprimiendo cada minuto que el azar les regalaba sin perder de vista la provisionalidad de todo. ¿Un día en Nueva York? La metáfora estaba servida ¿qué harías si solo tuvieras un día más de vida? La guerra se prolongaba y las estaciones seguían llenándose de despedidas, de incertidumbre. Lástima que no pudimos estar más tiempo juntos, que nos quedaron tantas cosas por hacer... es lo que cuenta Some other time, la balada que casi al final del show deja una puerta abierta a lo que pueda traer el futuro. Ya lo haremos más adelante, o tal vez no.
Pero los teatros seguían llenándose cada noche cuando las entradas más caras rozaban los veinte dólares, toda una fortuna. A los soldados se les dejaba entrar gratis -iniciativa que comenzó con Oklahoma, por cierto- como una forma de agradecer su sacrificio y para que marcharan al frente con un buen recuerdo de su patria, a las trincheras con una bonita canción en su memoria. Oh what a beautiful morning, Bewitched, Speak low... para algunos las últimas notas que dieron color a sus breves existencias.
Nosotros, por el momento, preferimos quedarnos con la imagen de esos tres marineros hambrientos de experiencia y sedientos de todo lo demás, dispuestos a comerse el mundo y a recorrer de punta a cabo ese "demonio de ciudad" en un solo día. The Bronx is up but the Battery´s down...New York New York... it´s a hell of a town!


       






jueves, 7 de febrero de 2013

Who is who in the cast





Bernadette Peters (Broadway baby)

No sé cómo he podido tardar tanto. ¿A qué habré estado esperando estos dos últimos años? Tal vez a que llegara el momento idóneo para abrir un telón de terciopelo del caro y anunciar la entrada de una de las pocas divas que aún ejercen. De una niña inocente y pícara, de una Lolita sexy de sesenta y cuatro años que con su perfecta imperfección aún puede desarmarte con solo un par de notas. ¿De qué materia están hechas las estrellas? Vete a saber... Carne, hueso, magia, gracia, talento, suerte... si existiera una fórmula habría cientos de miles y, la verdad, no hay tantas. Podrás encontrar quien cante mejor, quien declame mejor, quien se mueva mejor en un escenario o baile mejor. Puede ser. Pero te aseguro que no serás capaz de tropezarte con otra igual que ella. Eso, y no otra cosa es lo que hace de esta chica de poco más de un metro sesenta una auténtica diosa de la escena bendecida con varios Tonys, Grammys, Drama Desk y Emmys. The one and only...
En enero de 1958 Bernadette Lazzara pasó a llamarse Bernadette Peters. Así se marchó la niña prodigio, la hija de una mamma italiana que, como la Magnani en Bellissima, la arrastraba a todo casting infantil que se pusiera por delante, ya fuese para concursos de radio, intervenciones en televisión o cine. Eran años difíciles, y si existía la mínima posibilidad de sacar adelante a la familia de un repartidor de pan de Ozone Park (Queens)... había que aprovecharla. Es como si Mama Rose -ella misma muchos años después- ya la estuviera rondando empujándola a convertirse, aún contra su voluntad, en algo mucho más grande, en una estrella -nada de purpurina- de las de verdad. Everything´s coming up roses!
A los 10 años se subió por primera vez a un escenario profesional en un remake de The Most Happy Fella. Aquella niña feucha y desgarbada ya había participado en varias obras y programas de televisión, pero sus primeros pasos sobre las tablas de un teatro "de verdad" marcaron para siempre su vida. A los 13 fue una de las chicas del coro de Madame Rose en una gira nacional de Gypsy. Una de aquellas "Hollywood Blondes" aguardando en la casilla de salida, dispuesta a llegar a la meta de toda actriz de musicales que se precie: calzarse alguna vez los tacones de la protagonista del célebre show. Naturalmente, mucho más adelante le llegaría su turno, el turno de Rose. Precisamente fue en esa gira cuando conoció al que sería su director musical el resto de su vida artística, el genial Marvin Laird. Se cuenta que el director se quedó pasmado al oirla por primera vez, sin explicarse cómo podía salir semejante torrente de un ser tan pequeño, aparentemente tan frágil.
Hey Mr. Producer! Tras miles de tournés en compañías regionales, programas teatrales de verano y sustituciones varias, por fin le llegó la hora de estrenar en Broadway. Johnny No-Trump fue la obra con la que debutó, una pieza olvidada que alcanzó la triste cifra de una sola representación. Inasequible al desaliento un año después le llegó su primer papel de importancia en un musical de culto titulado George M., donde era la hermana del famoso enterteiner George M. Cohan, interpretado por Joel Grey. A esto sí se le puede llamar un buen comienzo. Dames at sea la consagró como actriz de musical, avalada por su primer Drama Desk Award y unas críticas entusiastas. Pero fue en la piel de Mabel Normand donde por fin llegó a ser la protagonista de una gran producción, junto a Robert Preston. Mack and Mabel  (1974) no tuvo excelentes críticas, pero el implacable Clive Barnes escribió maravillas sobre su actuación, afirmando que la "diminuta contralto acababa de convertirse en una auténtica estrella de Broadway".
Por aquellos años comenzó a coquetear con el cine y se mudó a Hollywood para trabajar con directores como Mel Brooks (Silent Movie), John Huston (Annie) o Clint Eastwood, junto a quien hizo la divertida El Cadillac Rosa. Pero sin duda lo mejor de su carrera en la gran pantalla fue Pennies from Heaven, maravillosa película de Herbert Ross por la que logró un Golden Globe a la mejor actriz de comedia o musical en 1981. La insignificante maestra de escuela engolfada por un Steve Martin que nunca estuvo mejor, se llevó todas las alabanzas en una cinta que no logró el éxito que de verdad merecía.
Back to Broadway. Grandes cosas la aguardaban en la big apple durante los ochenta. Stephen Sondheim cayó rendido a sus pies y comenzó un idilio que aún dura. Sunday in the Park with George (1984) e Into the Woods (1987) -dos de las más atrevidas creaciones del autor- la tuvieron como protagonista. Entre una y otra triunfó de la mano de Sir Andrew Lloyd Webber con su "one woman show" Song and Dance, una "humilde" pieza del compositor, pero musicalmente de las más interesantes. Y así fue como Peters se llevó a casa su primer Tony, tras sucesivas nominaciones. El segundo lo ganó midiéndose nada más y nada menos que con Ethel Merman, al atreverse a hacer la primera Annie (get your gun) en Broadway desde que la leyenda la estrenara cincuenta años antes. Prueba superada, los críticos tuvieron que rendirse ante la divertida, tierna y romántica pistolera de Berlin que compuso la actriz. 
Y continuamos con los revivals. Aparte de la atribulada Paula de The Goodbye Girl, desde los noventa se ha entregado a desempolvar míticos papeles para deleite de sus adoradores. Por fin fue Rose en el estupendo Gypsy dirigido por Sam Mendes en 2003, Desiree en A Little Night Music (reemplazando a Catherine Zeta-Jones) y una Sally que a mí personalmente me rompió el corazón en el grandioso remake de Follies de 2010.
Hace poco ha logrado algo dificil de conseguir. La serie Smash estaba teniendo unas audiencias discretas hasta que la incorporaron como madre de una de las protagonistas. Su Everything´s coming up roses en medio de un episodio reventó el share y ayudó a encender el entusiasmo por un producto del que todos esperan su segunda temporada. Y todos esperamos que ella regrese, y que vuelva a cantar. Que vuelva a hacernos estremecer con esa vocecilla tierna y robusta, punzante y suave, frágil como un cristal irrompible.
Esta niña eterna, coqueta y seductora hasta decir basta, está entregada en la actualidad a escribir cuentos infantiles y a proteger a los animales en una cruzada contra el maltrato y a favor de la adopción llamada Broadway Barks. Pero nosotros esperamos ansiosos a que vuelva a subirse a un escenario, o a grabar un nuevo disco (tiene más de diez, además de las grabaciones de sus shows) y así poder sentir una vez más el pinchazo exquisito de su arte, y disfrutar de todo aquello que la hace tan especial, que convierte a esta chica de Broadway de boca de piñón y rizos ensortijados en algo realmente único.