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jueves, 21 de marzo de 2013

Broadway baby




Rogers and Hammerstein´s Cinderella

¿Una calabaza convertida en carruaje? ¿Unos ratones vestidos de pajes? ¿Unos harapos transformados en un modelazo de fiesta? ¿Una fregona hecha princesa? Imposible.
Eso mismo habría pensado Charles Perrault si alguien le hubiera dicho que aquel cuentecillo popular sería algún día el más popular de todos los cuentos. La fantasía definitiva de todas las niñas -no importa raza o nacionalidad- y una de las narraciones más versionadas y adaptadas de todos los tiempos. Teatro, ballet, novela, cine, televisión... Dejando aparte la peligrosa inclinación del ser humano por el transformismo, parece que desde siempre nos gustó soñar con imposibles.
Perrault también quiso soñar. Harto de la vida de un funcionario de Luis XIV de Francia, de la rutina cotidiana de un burócrata de Colbert, este bibliotecario de la Real Academia tenía una doble vida. O una imaginaria, mejor dicho, a la que escapaba a la mínima ocasión que sus obligaciones de burgués prerrevolucionario y devoto padre de familia de dejaban. Harto de tratar sobre pleitos, donaciones y prebendas, un buen día empezó a escribir sobre hadas y princesas encantadas. A recoger historietas de tradición oral -como poco antes había hecho Gianbattista Basile en Italia- y a darles nueva forma entre las páginas de los libros. Cuando aún no había muchos...
Con el título de Les Contes de ma mère l´Oye (Cuentos de Mamá Ganso) apareció por primera vez en 1697 esta recopilación de ocho relatos de fantasía que incluían clásicos como Pulgarcito, La Bella Durmiente, Barba Azul o Caperucita Roja, muchos de los cuales fueron readaptados por los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm poco más de cien años después, dándoles la difusión definitiva y convirtiéndolos en pieza esencial del imaginario colectivo hasta nuestros días. Bueno, también habría que hacer responsable de ello a un norteamericano de Chicago llamado Walter Ellias, Walt Disney para los amigos.
Cuando en 1950 se estrenó la película de la factoría Disney, el viejo relato -tan viejo como la propia literatura, como el cuento egipcio de la princesa Ródope, como las historias de Heródoto o como Ye-Xian, la china de pies diminutos- por fin recobró juventud, color y fama, mucha fama. Avalada por éxitos incontestables como Blancanieves, Fantasía, Pinocho, Dumbo o Bambi, La Cenicienta era el siguiente gran paso del famoso productor, tal vez la obra definitiva que lo consagró como el Rey Midas de la animación. Dulcificando aquí y suavizando allá, esta Cinderella de colorines con su corte de simpáticos ratones y pajaritos cantores, nos guste o no, se convitrtió en la heroína definitiva. Ninguna de cuantas la han personificado en la pantalla grande o pequeña (ni Drew Barrymore, ni Amy Adams, ni Julia Roberts, ni Hillary Duff etc.) han conseguido jamás borrar de nuestra mente esa muchacha de cabellos amarillo oro vestida de azul cielo -azul princesa desde entonces- dando vueltas a golpe de vals en el salón imposible de un palacio imposible.
Y entonces llegaron Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II. Desde que Rossini y Prokofiev pusieran  música al cuento de hadas un siglo atrás -en ópera y balet respectivamente- nadie se había atrevido a hacer cantar y bailar a esta ilustre fregona. Pero ¿quién mejor que este tándem de genios que ya habían triunfado con Oklahoma, Carousel, South Pacific o The king and I? De hecho cuando los autores emprendieron la aparentemente fácil tarea aún se estaban levantando de sus dos fracasos más sonados, Me and Juliet y Pipe Dream, dos joyas casi desconocidas, por cierto. El proyecto para la televisión partió de la CBS, que se llevó a los autores al huerto al asegurarles que los zapatos de cristal tendrían el número de una recién llegada a Broadway, una chica de Surrey que acababa de triunfar en el musical de los musicales, My fair lady. Julie Andrews aún seguía representando cada noche a Eliza Doolittle en el Mark Hellinger de Nueva York. Así que no debió resultarle tan complicado pasar de una harapienta a otra, de una princesa fingida a una princesa de cuento. Y esa fue la clave del tremendo éxito de esta producción. Más de cien millones de espectadores -un auténtico hito en la historia de la televisión- disfrutaron de la maravillosa partitura cantada por la perfecta Cenicienta acompañada de un buen grupo de actores principalmente del teatro musical.
En 1965 la misma cadena decidió hacer otra versión de la obra esta vez con Lesley Ann Warren (casualidades del destino, la que mucho después fuera rival de Andrews en Victor o Victoria), Celeste Holm, Walter Pidgeon y Ginger Rogers, estos últimos haciendo de sus futuros suegros, los papás del príncipe azul, que hacía Stuart Damon. Y una vez más, en 1997 y realizada por Disney, la pobre huérfana volvió a fregar los suelos, esta vez de una madrastra llamada Bernadette Peters. Esta versión contaba con varios actores afroamericanos entre los que se encontraban Woopi Goldberg, Whitney Houston (que también la producía) y la cantante pop Brandy, una insólita Cenicienta color ceniza. También estaban dos imprescindibles en este tipo de adaptaciones, Victor Garber y Jason Alexander. ¿Que no la has visto? ¿Y a qué esperas?
El pasado 3 de marzo levantó el telón el Broadway Theatre para estrenar un nuevo musical. ¿Nuevo? Bueno, sí en cuanto al formato, porque nunca antes se había montado en un escenario, y desde luego nunca antes en Broadway. Además el director Mark Brokaw y el libretista Douglas Carter Beane han refrescado el clásico cuento y le han añadido otras canciones del desván de R y H. Laura Osnes y Santino Fontana, los protagonistas, y una espléndida Victoria Clark es la responsable de transformar la miseria que rodea a la chica en lujo del caro carísimo. El sueño de toda adolescente que se precie, vamos.
Igual que a Jane Eyre, igual que a María Von Trapp, igual que a Rebecca o a Eliza Doolittle, a Ella -que es como se llama aquí la muchacha del incómodo zapatito- el amor le llega finalmente, y además con muchos muchos panes debajo del brazo, que quieras que no algo ayuda. Pero no nos pongamos materialistas. Mejor pongámonos cómodos, busquemos ese pequeño rincón privado en el que nos escondemos a soñar nuestros sueños inconfesables, el lugar en el que los finales son siempre felices y en el que nada, absolutamente nada resulta imposible.  
    
        
 







jueves, 7 de marzo de 2013

TKTS



Spring can really hang you up the most!

Cuando un montaje tan costoso como Spiderman -y en contra de todo pronóstico- se sigue manteniendo en cartel, mientras aún resulta más fácil que te mate un terrorista que conseguir entradas para The Book of Mormon... Cuando en la misma cartelera conviven obras tan populares como Jersey Boys y tan exquisitas como Passion... Cuando una niñera prácticamente perfecta sigue volando sobre la ciudad mientras varias calles más arriba una chica con prisas acaba de extraviar un zapato de cristal... Cuando una obra que tenía los días contados como Newsies se sigue prorrogando porque un público entusiasta impide su cierre... Cuando Gershwin sigue entrando en Broadway por la puerta grande y Nice work ya cumple su primer año en cartelera (también contra todo pronóstico)... Cuando los reyes leones, los fantasmas, las mammas mías, los rockeros of ages y las presidiarias de Chicago aún resisten como el primer día... Cuando se anuncian nuevos proyectos como Kinki Boots, Big Fish o un remozado y circense Pippin... Cuando en el mismo cabaret puedes oír una noche a Brent Barrett y la siguiente a Bebe Neuwirth y la otra a Tom Wopat y la otra a Linda Eder... Cuando en Nueva York se repone una joya rara como The Mystery of Edwin Drood y en Londres un Herman maldito y olvidado como Dear World... Cuando en una orilla del Atlántico puedes ver actuar a Chita Rivera y en la otra debuta Betty Buckley...  es que algo no debe ir tan mal en el mundo del espectáculo.
Crisis? What crisis?
La temporada de primavera se anuncia movidita, como casi siempre, aunque igual que cada año se anuncie el apocalipsis de Broadway como algo inminente. Pero si lo miras con cierta perspectiva, no hay que hacer caso de los agoreros que no ven nunca el sol detrás de los nubarrones. Y el sol brilla y mucho, por ejemplo, en el Studio 54 con una impecable reposición del musical basado en la última novela de Dickens. El misterio de Edwin Drood recrea el texto póstumo e inacabado del autor (del que nunca se pudo desvelar el intrigante desenlace) con finales opcionales que el público tiene que votar. Rupert Holmes se llevó los Tonys al mejor libreto y la mejor música en 1985. Betty Buckley era el travestido Edwin que hoy, en la producción del Rondabout Theatre Company (sello de indiscutible garantía), interpreta la genial Stephanie J. Block. Will Chase (Smash) y Chita Rivera completan un reparto de lujo. Pero claro, "in a limited engagement", jó!
Cindy Lauper y Harvey Fierstein escriben respectivamente la música y el libreto de Kinky Boots, un nuevo musical basado en la película de 2005 del mismo título con pinta de canalla que promete colorines, pestañas, taconazos y diversión sin más.  En abril empezarán a ver a la gente salir bailando del Al Hirshfeld.
Y en marzo todas las chicas de la ciudad querrán probarse la zapatilla de cristal de Cinderella. El musical que Rodgers y Hammerstein escribieron para una producción de televisión llega a Broadway por primera vez en la historia. Actualizado y ampliado -había que darle un aire fresco al cuento de toda la vida- nos trae a dos de las mejores actrices del musical, Laura Osnes en el papel protagonista y Victoria Clark como el hada madrina que cree que nada es Impossible! ¿Coger un vuelo y darse ese capricho lo será? Mejor no preguntar.
Sobre todo porque también este mes llega uno de los revivals más esperados del mundo mundial. Pippin. Desde que Bob Fosse lo estrenara allá por 1972, nadie se ha atrevido a retomarlo. Pero Diane Paulus, la directora, no se detiene ante nada. No contenta con sacudir el polvo de Porgy and Bess en una versión tan aclamada como discutida, ahora se atreve con esta pieza de culto en un montaje que promete espectacularidad a lo bestia. ¿Un Pippin sin Ben Vereen y sin Fosse? Por mucho circo del sol que le quiera meter... no sé, no sé... pero cómo me encantaría saberlo!!
Pero también podemos soñar un poco más cerca. Y es que ¡cómo está Londres por dios! Desde cuándo no se veía un cartel tan completo como en el último año. Singin´ in the Rain, Top Hat, Kiss me, Kate (que acaba de echar el cierre, por cierto), Cabaret, Wicked, The Book of Mormon... más las que vienen: A Chorus Line, West Side Story, Merrily we roll along, Charlie and the Chocolate factory, The Bodyguard... Definitivamente la libra va sacando ventaja al dólar y al euro.
Este mes Londres no es apta para mitómanos cardíacos. Poder ver un martes a Dame Hellen Mirren haciendo de la reina -otra vez- en The Audience, un miércoles a Dame Judy Dench en Peter and Alice, un jueves a Kristin Scott Thomas en la revisión de Old Times de Pinter... O cualquier día (o todos, pero eso sí, solo hasta final de mes) a Betty Buckley en su regreso a los escenarios como la vieja Condesa Aurelia de Dear World... En fin, si estamos debidamente medicados no tiene por qué haber ningún problema.
Dear World, con los precedentes de esta pieza musical deliciosa pero gafada de Jerry Herman (basada en La loca de Chaillot, de Jean Giradoux) hay que tener valor de montarla en estos días con la que está cayendo. Y sin embargo la gente se mata por verla, al saber que solo estará un mes en cartel. ¿Buscarán un nuevo teatro opara prolongarla? Ojalá. Angela Lansbury la estrenó en 1969 -y le trajo uno de sus varios Tonys- y ahora la pone en escena la única que podría hacerlo. La presencia y la voz de la Buckley son ideales para esta vieja loca que vive en un mundo anacrónico y enfermo de nostalgia. Además de disfrutar de esta hermosa obra, quien se siente en la butaca del Charing Cross Theatre estará presenciando una de las últimas actuaciones -por la edad y lo poco que se prodiga lo decimos- de una de las más grandes actrices que ha hado el teatro musical. Los hay con suerte...
Pero miremos hacia adelante. Cameron Mackintosh planea llevar Oliver! a Broadway nada más y nada menos que con Samantha -Eponine- Barks!! Aún no se ha descartado montar el Dancin´de Bob Fosse, y reponer el Merrily de Sondheim (que la Mernier Chocolate Factory estrena en Londres, by the way)... en fin, que no perdamos la esperanza. Y en el peor de los casos siempre nos quedará The Fantastiks! Puedes contar con ello. Cuando se acabe el mundo, tras la hecatombe final, y allá a lo lejos, en esa playa solo veamos los cuernos enterrados de la corona de Miss Liberty, aún quedarán entradas para ver la preciosa obrita de Schmidt y Jones que después de treinta años nos sigue diciendo que está a punto de llover... Sí, aunque sea primavera, o precisamente por ello.
Hablando de primavera... qué temporada se avecina ¿no? Como dice aquella vieja canción, "la primavera te puede dejar realmente colgado..." Cuidado con las alergias y los catarros, y sigan alterando su sangre con mucha música y muchos sueños.