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domingo, 7 de agosto de 2016

Play it again




Fifty percent

¿El cincuenta por ciento? ¿Es todo lo que me puedes dar? ¿Sólo unas migajas? ¿Las sobras de lo que has gastado en tu esposa, tus hijos, tu trabajo, tus compromisos...?
Y lo más gracioso es que me conformo con eso.

No plancho sus camisas, no coso sus botones, no llevo su apellido, ni su anillo puesto. ¿Hemos oído estas palabras en alguna otra canción? Yo soy la otra la otra, y a nada tengo derecho, porque no llevo un anillo con una fecha por dentro. Cuando supe que existía usted señora, ya mi mundo era solo él, señora... 

Los cuernos deben ser algo universal, me temo, y lo mismo frecuentan la copla española que el musical de Broadway, que por cierto, están mucho más cerca de lo que pensamos. Me pondré la corona de espinas que tienen las que son queridas de algún hombre casado. Quizás Lorca también supo lo que dolía esa corona clavada en las sienes, lo que costaba vivir con sólo ese cincuenta por ciento... 

Ballroom es un musical estrenado en 1978. Un pequeño y precioso musical compuesto por Billy Goldenberg, con letras de Alan y Marilyn Bergman, libreto de Jerome Kass y coreografías de Michael Bennett. Una sencilla pieza basada en el telefilme Queen of the Stardust Ballroom que cuenta la historia de Bea Asher, una viuda que decide que es hora de volver a vivir, de volver a bailar, y que en un decadente salón de baile por fin encuentra la oportunidad de hacerlo. Allí es donde conoce al hombre que le roba el corazón y que, casualmente, pertenece a otra. El hombre que sólo le podrá conceder la mitad de su tiempo, o incluso menos.

Entre los valses, chachachás o foxtrots que suenan en esta obra, se encuentra una joya indiscutible del género. Una de esas baladas creadas a conciencia para dar lucimiento a una actriz y una cantante (al cincuenta por ciento), la pieza por la que cualquier intérprete de cierta edad mataría, una oportunidad de arrancar lágrimas y aplausos en el preciso instante en que la función enfila su final y se acerca el desenlace. "The eleven o´clock number" lo llaman en Broadway, ese número que llega aproximadamente a esa hora y que pone los puntos sobre las íes en lo que a trama y a emoción se refiere.

La agraciada con este personaje y esta canción fue la gran Dorothy Loudon, a la que le llegó en el momento adecuado, un año después de haber triunfado con la legendaria Miss Hannigan en Annie. Justo en ese punto en que toda actriz madura necesita de un empujón o se pierde en el olvido haciendo para siempre, y eso con suerte, de madre o abuela del protagonista. Y así le sucedió a esta actriz de Boston equipada a la perfección para la comedia más ligera y el drama más amargo. Muy pronto Fifty percent quedo unida a su voz como Memory se unió a la de Betty Buckley o People a la de Barbra Streisand. Palabras y música atadas a sus nombres igual que sus propios apellidos.

Palabras de Alan y Marilyn Bergman, precisas y justas, ni una coma sobra. Sin figuras retóricas ni efectos superfluos, prestas al servicio de los sentimientos de esta mujer que creía haber tocado la felicidad justo cuando se le rompe entre sus manos. Una letra que comienza como una queja, un lamento -Though I may hold him all through the night, he may not be here when the morning comes- y que arrastrada por el crescendo de la música -preciosa y sencilla- de Goldenberg nos lleva hasta la declaración de principios que significa la estrofa final. I´d rather have fifty percent of him, or any percent of him, than all of anybody else at all. El valor que hay que reunir para decir eso...

Esta rotunda y humilde canción ha sido interpretada por grandes como Elaine Stritch, Helen Reddy, Bea Arthur, Claiborne Cary o Carolee Carmelo, entre otras muchas que abordan el repertorio clásico de Broadway. Y era una de las pocas que jamás había grabado la diva entre las divas, Barbra Streisand, cosa que ahora remedia en el disco que está a punto de salir Encore, movie partners sing Boadway, en el que colabora con actores de la talla de Alec Baldwin, Anne Hathaway, Hugh Jackman o Antonio Banderas recuperando un puñado de temas inolvidables y otros medio olvidados.
Éste no lo comparte con nadie, no. Éste se queda para ella solita y lo ofrece al final del álbum, como regalo de la edición de lujo.    

Y yo os lo regalo hoy como despedida de la sexta temporada de Stage Door. Seis años ya...
Con mi deseo de que paséis un felicísimo verano y unas maravillosas vacaciones -que el que escribe está a punto de emprender- y que disfrutéis al cien por cien de la música, de la poesía y de la vida. Que no nos conformemos con la mitad de nada, a no ser, claro, que se produzca el milagro de que merezca más la pena que el todo.

Nos vemos en septiembre!