Wilkommen, bienvenue, welcome!!

jueves, 29 de septiembre de 2011

Another opening, another show! (una historia de Broadway, 4)



Broadway,1929 (tap your troubles away!)

Jueves negro. El desplome de la bolsa de valores en Wall St. comienza a provocar el temido efecto dominó. La desmesura, el despilfarro, la avaricia y el descontrol por parte de la administración -¿nos suena?- traerán como consecuencia la llamada Gran Depresión. Todo parece derrumbarse alrededor, el sistema capitalista en tela de juicio, para muchos un "juicio final", especialmente para los que decidieron saltar por la ventana del rascacielos más cercano. El mismísimo Florenz Ziegfeld, sin ir más lejos, estuvo a punto de ser uno de ellos cuando días antes de poner en marcha su último espectáculo comprobó que acababa de perder más de tres millones de dólares invertidos en bolsa. El abominable cartel de "cancelled" empezó a decorar las fachadas de los teatros mientras las calles se llenaban de mendigos que suplicaban ayuda. Brother, can you spare a dime?  
Sin embargo el público seguía demandando diversión en un tiempo en el que la "ley seca" se respetó menos que nunca y la ciudad se llenó de "speakeasies" o locales clandestinos en los que se consumían litros de alcohol mientras se bailaba a ritmo de rag o charleston. Ahora más que nunca la gente necesitaba escapar, olvidarse de sus dramas aunque solo fuera durante un par de horas. En un tiempo en el que las chicas habían acortado sus faldas y su pelo, parece que lo único que se alargaban eran las colas de racionamiento.
Los Gershwin, Richard Rogers, Cole Porter, Marilyn Miller, Fred Astaire o el propio Ziegfeld emigraban a la costa este buscando el amparo de los grandes estudios en constante demanda de talentos. Eran los años dorados de Hollywood, en los que la irrupción del cine sonoro elevó al máximo la popularidad de las películas musicales. La fórmula que tantas veces se repitió fue la de adaptar argumentos de Broadway al cine, con montajes y coreografías de vértigo -las famosas composiciones de Busby Berkeley con sus increíbles efectos de caleidoscopio- que ahora más que nunca ayudarían al público en su conpulsivo deseo de soñar. Los actores y actrices de Broadway también volaron a la otra punta del país ante la necesidad de personal capaz de actuar, cantar y "hablar", además de dar bien ante la cámara. 
Al mismo tiempo, en un viejo teatro de Nueva York se estrenaba un peculiar musical, una "revue" con un carácter completamente distinto al resto de las típicas funciones más frívolas y desenfadadas. "Americana" era el título de una obra que tuvo que mudarse de teatro en más de una ocasión perseguida por la censura política que la acusaba de "subversiva y bolchevique". Se puede decir que "Americana" fue uno de los primeros musicales "de compromiso", con números que hacían burla del capitalismo y los políticos y denunciaban la injusticia social. De él se extrae una canción que para muchos puede ser la definición perfecta del  fracaso del sueño americano, el "himno" de la Depresión, Hermano, me puedes dar diez centavos? Paradójicamente este tema se convirtió en un gran éxito en la voz de Bing Crosby.
Ahí reside la grandeza de Broadway, en la capacidad de hacer coincidir en los carteles obras que representan una versión absolutamente frívola de la vida, con otras de pretensiones más serias y concienciadas, que se negaban a fingir no ver lo que estaba sucediendo a su alrededor. El mismo George Gershwin triunfaba con piezas tan ligeras como Fascinating Rhythm o Girl Crazy, mientras en sus ratos libres se sumergía en la creación de su obra magna, algo mucho más serio y ambicioso, una ópera llamada Porgy and Bess que aunque al principio no fue demasiado bien entendida, poco a poco se situó en el cenit de la música popular norteamericana, y al mismo tiempo de la música clásica internacional.  
Summertime and the livin´ is easy... Irónico ¿no? Un tiempo de verano en medio del más crudo invierno que azotaba el país en el que los sueños se hacen realidad.     








jueves, 22 de septiembre de 2011

Who is who in the cast



Chita Rivera  (and all that jazz!)

Dolores Conchita Figueroa del Rivero. Nacer con este nombre, nacer de padres puertorriqueños, nacer mujer y en los años treinta, no tiene necesariamente que estar reñido con haber nacido para triunfar, para ser una estrella. Una de las más grandes que ha dado la historia del musical americano.
De no haber existido ¿quién más podría haberle dado piel -morena y dura, de la que no se rompe facilmente- a Velma Kelly en Chicago, Anita en West Side Story, Rosie en Bye Bye Birdie, Liliane en Nine o Aurora en Kiss of the Spider Woman? ¿Dónde habrían encontrado a alguien capaz de ser así de racial, de fuerte, de cómica y de trágica, de bailar y de cantar con tanto fuego? Alguien capaz de meterse en los zapatos de tantas mujeres extraordinarias, y ser al mismo tiempo tan "de verdad", no debe ser muy fácil de encontrar.
Chita creció oyendo a su padre tocar el saxo, envuelta en música y ritmo desde pequeña. Pero la música acabó pronto -o mejor dicho, se interrumpió- cuando a los siete años su padre murió y madre e hija se mudaron a Washington DC, a poner en marcha una nueva vida. Y fue allí donde la niña comenzó a tomar clases de baile, que mientras para otras suponían un complemento a su educación, para Conchita fueron una revelación definitiva. Mamá ¡quiero ser artista!.
A los 15 años, un profesor de danza de la escuela de Balanchine, en Nueva York, se fijó en ella y no paró hasta conseguirle una beca en una de las escuelas de ballet más prestigiosas el país. Nadie podía detener el salto a la gran ciudad. Y luego la historia de siempre, o de casi siempre. Audición tras audición, pruebas, trabajos diversos para pagar el alquiler de un apartamento compartido en la parte peligrosa del Village...y de pronto la oportunidad en forma de folletín clásico. Cuando acompañaba a una amiga a hacer una prueba para un papel secundadrio en Call Me Madam (Elaine Stritch era la protagonista, ni más ni menos), acabó consiguiendo ella misma el trabajo. No sabemos si ahí terminó su amistad, pero lo que sí sabemos es que en ese instante comenzó una carrera vertiginosa que la llevó a convertirse en cabeza de cartel pocos años después.
Y en 1957 su consagración. Sus rasgos latinos y su frescura casi salvaje en el escenario, le proporcionaron su primer papel de verdadera importancia, Anita, la puertorriqueña que "quiere vivir en América". West Side Story fue uno de los mayores éxitos de la historia de Broadway gracias a Bernstein, a Sondheim, a Robbins, a Laurents...y a ella misma. Hoy no resulta fácil recordar el nombre de la protagonista de la obra, sin embargo ya nunca más hubo que explicar quién era Chita Rivera.
En las marquesinas de Bye Bye Birdie -años sesenta- su nombre ya lucía sobre el título junto al de Dick Van Dyke, y no mucho después empezó a rondarla el que por entonces se había convertido en el mejor director y coreógrafo del momento, Bob Fosse. Su electrizante forma de bailar, cantar y actuar enamoraron al genio, que le reservó el papel de Nicky en la versión cinematográfica de Sweet Charity. Ese Big Spender nunca habría sido lo mismo sin sus curvas y su descarada sensualidad. Y no pudo pensar en otra para montar, en 1975, el que ha sido uno de sus más celebrados trabajos, Chicago. Desde entonces, cientos de actrices han subido por esa plataforma situada entre los músicos entonando el "Come on babe, why don´t we paint the town..."  pero si escuchas con atención el disco original verás que nadie lo ha hecho como ella. Con toda su energía, con toda su ironía, con todo su jazz.
Para colmo es de las pocas actrices que han sabido evolucionar con su edad. Papeles como el de Anna en The Rink (junto a otra fuerza de la naturaleza apellidada Minnelli) o el de Aurora en la versión musical de Kander y Ebb de la novela de Manuel Puig, El Beso de la Mujer Araña, demuestran que se pueden escribir cosas muy interesantes para mujeres de más de cincuenta. O de casi setenta, los años que tenía cuando volvió a poner un teatro boca abajo a golpe de tango con Antonio Banderas en la última producción de Nine.
Hace unos años montó su propio show llamado "Chita, the dancer´s life", y los que tuvieron la suerte de verlo seguro que pudieron descubrir la materia de la que están hechas las estrellas. La vida de una diva contada a ritmo sincopado, con tanto sentido del swing como del humor. Y con la humildad de la que gozan las verdaderamente grandes. Pero lo mejor, según los que estuvieron allí, fue comprobar como todavía, después de tantos años, seguía pisando las tablas con fuerza y seguridad, brillándole los ojos con la misma emoción, con la misma ilusión que, mucho tiempo atrás, debió sentir aquella niña de verdes ojos y negras trenzas bailando frente al espejo.






jueves, 15 de septiembre de 2011

Standing ovation




Follies (the road you didn´t take)

¿Cuántas veces nos hemos preguntado cómo habría sido nuestra vida si en vez de ese camino hubiéramos escogido otro distinto? Si en vez de esa puerta hubiéramos abierto otra, si en vez de ese taxi hubiéramos tomado el siguiente, si en vez de llegar tarde hubiéramos llegado a tiempo, o al revés. ¿Cómo habría sido la vida que nunca vivimos? ¿Y el amor que no conocimos? ¿Y los pasos que no dimos?
Hats off, here they come those beautiful girls...
Un teatro a punto de ser demolido, cascotes de yeso desprendidos, viejas cornucopias descolgadas, luces semifundidas, atrezzo amontonado y polvoriento, telones desgarrados... y el fantasma de la nostalgia deambulando a sus anchas entre palcos y bastidores cubierto de lentejuelas sin brillo. Así comienza una obra cargada de melancolía y al mismo tiempo una profunda declaración de amor al mundo del espectáculo.
Con motivo de la venta del viejo teatro Weismann -donde pronto van a construir apartamentos de lujo- se celebra un reencuentro de viejas glorias de las legendarias Weismann Follies, evento que reunirá a las chicas del coro de varias generaciones. Amigas, compañeros, rivales y antiguos amantes se volverán a encontrar después de muchos años, y entre risas y champagne irán sopesando qué ha sido de sus vidas, qué hicieron bien o mal, sus éxitos y sus fracasos, lo que pudo haber sido y no fue... Buddy y Benjamin, los jóvenes que esperaban a las coristas -Sally y Phyllis- en la salida de actores, ahora son sus esposos casi treinta años después, y hasta que no vuelven a verse no serán conscientes de lo acomodadas y aburridas que se han vuelto sus vidas, y sus matrimonios. El desencanto comienza a golpearles cuando rememoran la pasión y el amor que les movía entonces. Los deseos nunca confesados van apareciendo y toman cuerpo a través de canciones a veces sarcásticas y otras de una honda nostalgia. Y así comienzan un viaje con mucho pasado -y muy poco futuro- en busca del tiempo perdido.
Semejante material no podría haber caído en mejores manos que las de Stephen Sondheim, autor de música y letras, y James Goldman, responsable del libreto, consiguiendo ambos uno de los mayores éxitos de sus carreras. Harold Prince produjo la obra, concediendo una vez más su confianza a Sondheim, junto al que acababa de estrenar Company con una inmejorable acogida por parte de la crítica y del público. Y poco después llegaría A little night music, otra obra maestra resultado de la colaboración de estos genios tocados por la varita mágica de la inspiración.
En las distintas versiones que se han producido desde su estreno en 1971, las viejas glorias del Weismann Follies han sido interpretadas por actrices de los años dorados de Hollywood como Yvonne de Carlo, Ann Miller, Marni Nixon, Elaine Stritch, Marge Champion o Betty Garret, y todas han tenido la oportunidad de lucirse cantando los temas estrella de este musical -Broadway Baby o I´m Still Here- poniendo al público en pie al término de cada actuación. Y es normal, ¿quién puede permanecer indiferente ante tanto sentido del humor y de la autoparodia, ante tamaña manifestación de amor por el teatro con mayúsculas?
Una vez más, Follies regresa a la ciudad, y lo hace por la puerta grande, esta vez ofreciéndonos la oportunidad de ver a Bernadette Peters -una de las indiscutibles musas de Sondheim- haciendo el papel de la infeliz Sally Durant, que canta el tema más desgarrador de la función, Losing my mind. Solo por ese momento ya debe merecer la pena pagar la entrada, sin dejarnos atrás otros números sublimes como el Could I leave you? (esta vez por Jan Maxwell) de un cinismo exquisito y demoledor. A la gran Elaine Paige (Cats, Sunset Boulevard...) le toca ahora hacer de la delirante Carlotta, que tras haber pasado a través de lo mejor y lo peor del mundo de la farándula, se enorgullece al afirmar que a pesar de los desengaños, las traiciones, los sacrificios, los éxitos y los fracasos de su larga y ajetreada existencia, ¡aún sigue aquí! Todo un manifiesto de supervivencia.
Lo único malo que puede tener ver esta obra, es que incita a hacer balance de tu propia vida, a ver lo que no estamos seguros de querer ver, y a pensar en aquellos caminos que nunca hemos transitado, las páginas que por una razón u otra nunca escribimos. Pero no te preocupes, esta catarsis no puede ser tan mala si está acompañada por la música del maestro.





Intermission

 

Wellcome back!

Vayan ocupando sus asientos, el intermedio va a finalizar y comienza el segundo acto.
El telón está echado y la orquesta vuelve a situarse en sus puestos. La música del "entr´acte" suena repitiendo las melodías más pegadizas del acto primero conectándonos de nuevo con la trama, que suele quedar en suspenso cuando llega el intermedio. ¿Cómo acabará la historia? ¿Cómo será el final? Esa música nos recuerda que aún nos queda mucho por disfrutar...
Pues sí, ya pasó el "intermedio" que cada año suponen las vacaciones de verano. Nos guste o no, el curso arranca con todo lo que eso conlleva... y llega Septiembre, un tiempo de comienzos, renovación y nuevos propósitos para los que ordenamos los meses del año no desde Enero a Diciembre, sino de Septiembre a Junio. Como dice ese temazo de Kurt Weill, "September song", los días se acortan mientras el tiempo de otoño cambia el color de las hojas... y poco a poco nos disponemos a reencontrarnos con nuestra vida de siempre.
Stage door también regresa después de un paréntesis veraniego a acompañarnos cada semana (si las obligaciones de la "reentré" nos lo permiten) con nuevas -y viejas- músicas, otros autores, actores, directores y argumentos que merecen ser desempolvados e iluminados una vez más con ese "spotlight" o chorro de luz que tanto gusta a las estrellas. Continuaremos con nuestras ya habituales secciones, y añadiremos alguna nueva, como por ejemplo "Play it again..." (distintas versiones de temas célebres de musicales), "What´s about?" (temas y argumentos de la historia, la literatura o las artes traducidos en obras musicales) o "Broadway Baby" (musicales infantiles, familiares, navideños... sí, mucho Disney). Y ya sabéis que se aceptan sugerencias y peticiones ¿ok?
Pues manos a la obra, el show debe continuar, y continúa. El maestro de ceremonias nos da la bienvenida en varios idiomas, willkommen, bienvenue, wellcome... back in the business!!
Gracias por seguir ahí, y buen curso a todos. Ahora sí comienza la obertura del segundo acto, así que silencio en el patio de butacas, enjoy the show!