Broadway,1929 (tap your troubles away!)
Jueves negro. El desplome de la bolsa de valores en Wall St. comienza a provocar el temido efecto dominó. La desmesura, el despilfarro, la avaricia y el descontrol por parte de la administración -¿nos suena?- traerán como consecuencia la llamada Gran Depresión. Todo parece derrumbarse alrededor, el sistema capitalista en tela de juicio, para muchos un "juicio final", especialmente para los que decidieron saltar por la ventana del rascacielos más cercano. El mismísimo Florenz Ziegfeld, sin ir más lejos, estuvo a punto de ser uno de ellos cuando días antes de poner en marcha su último espectáculo comprobó que acababa de perder más de tres millones de dólares invertidos en bolsa. El abominable cartel de "cancelled" empezó a decorar las fachadas de los teatros mientras las calles se llenaban de mendigos que suplicaban ayuda. Brother, can you spare a dime?
Sin embargo el público seguía demandando diversión en un tiempo en el que la "ley seca" se respetó menos que nunca y la ciudad se llenó de "speakeasies" o locales clandestinos en los que se consumían litros de alcohol mientras se bailaba a ritmo de rag o charleston. Ahora más que nunca la gente necesitaba escapar, olvidarse de sus dramas aunque solo fuera durante un par de horas. En un tiempo en el que las chicas habían acortado sus faldas y su pelo, parece que lo único que se alargaban eran las colas de racionamiento.
Los Gershwin, Richard Rogers, Cole Porter, Marilyn Miller, Fred Astaire o el propio Ziegfeld emigraban a la costa este buscando el amparo de los grandes estudios en constante demanda de talentos. Eran los años dorados de Hollywood, en los que la irrupción del cine sonoro elevó al máximo la popularidad de las películas musicales. La fórmula que tantas veces se repitió fue la de adaptar argumentos de Broadway al cine, con montajes y coreografías de vértigo -las famosas composiciones de Busby Berkeley con sus increíbles efectos de caleidoscopio- que ahora más que nunca ayudarían al público en su conpulsivo deseo de soñar. Los actores y actrices de Broadway también volaron a la otra punta del país ante la necesidad de personal capaz de actuar, cantar y "hablar", además de dar bien ante la cámara.
Al mismo tiempo, en un viejo teatro de Nueva York se estrenaba un peculiar musical, una "revue" con un carácter completamente distinto al resto de las típicas funciones más frívolas y desenfadadas. "Americana" era el título de una obra que tuvo que mudarse de teatro en más de una ocasión perseguida por la censura política que la acusaba de "subversiva y bolchevique". Se puede decir que "Americana" fue uno de los primeros musicales "de compromiso", con números que hacían burla del capitalismo y los políticos y denunciaban la injusticia social. De él se extrae una canción que para muchos puede ser la definición perfecta del fracaso del sueño americano, el "himno" de la Depresión, Hermano, me puedes dar diez centavos? Paradójicamente este tema se convirtió en un gran éxito en la voz de Bing Crosby.
Ahí reside la grandeza de Broadway, en la capacidad de hacer coincidir en los carteles obras que representan una versión absolutamente frívola de la vida, con otras de pretensiones más serias y concienciadas, que se negaban a fingir no ver lo que estaba sucediendo a su alrededor. El mismo George Gershwin triunfaba con piezas tan ligeras como Fascinating Rhythm o Girl Crazy, mientras en sus ratos libres se sumergía en la creación de su obra magna, algo mucho más serio y ambicioso, una ópera llamada Porgy and Bess que aunque al principio no fue demasiado bien entendida, poco a poco se situó en el cenit de la música popular norteamericana, y al mismo tiempo de la música clásica internacional.
Summertime and the livin´ is easy... Irónico ¿no? Un tiempo de verano en medio del más crudo invierno que azotaba el país en el que los sueños se hacen realidad.