Tommy Tune (papá piernas largas)
Por alguna razón, Mr. Jim Tunesmith decidió cortar su apellido y dejarlo en Tune, a secas. Tune: melodía, copla, canción, tonada... Música y ritmo. Stay in tune, estar en sintonía, ir al compás... algo que este tejano desgarbado ya hacía desde el día en que nació. Al señor Tunesmith no le importó que su hijo Thomas James se quedara en Tommy. Tampoco le importó que dejara el fútbol o el beisbol para ingresar en la escuela de baile, o que dejara de caminar como los demás niños para trotar a ritmo de claqué por las calles de Wichita Falls, como un Billy Elliot cualquiera. Al contrario, en cada fiesta le hacía subirse a la mesa a exhibir su talento natural ante los parroquianos, henchido de orgullo y pleno de admiración por ese saco de huesos que era su hijo.
Patsy Swayze (madre del desaparecido Patrick) fue su primera maestra de danza, la que descubrió el verdadero calibre del don de este muchacho. En su humilde academia de Houston también fue consciente de su dificultad para ser bailarín clásico. Con dieciséis años ya medía más de dos metros de altura, un claro inconveniente para embutirse en mallas y hacer puntas al son de Tchaikovsky, así que no tuvo más remedio que cambiar los demi-plié por taconazos a ritmo sincopado. A fin de cuentas, lo que de verdad le gustaba desde pequeño era ver a Fred Astaire bailando por las paredes de aquel camarote o a Gene Kelly mano a mano -o mejor pie a pie- con el ratón Jerry.
Minutos después de graduarse ya tenía un billete a Nueva York, a probar suerte en los escenarios. Al abandonar el ballet se había empleado a fondo en la interpretación y el canto, lo que unido a sus cualidades como bailarín le abrió puertas con bastante facilidad. Pronto encontró empleo en Irma la Douce y de ahí saltó a Baker Street, un musical sobre Sherlock Holmes en el que consiguió su primer papelito con texto (el actor Christopher Walken también debutaba en este mismo show). Conocer a Michael Bennett (mucho antes de A Chorus Line) fue crucial en su carrera. Aunque fuera un rotundo fracaso, el musical A Joyful Noise le sirvió para observar a Bennett en acción y tener aún más claro que, además de actor o bailarín, su objetivo iba a ser convertirse en director y coreógrafo.
En 1969 interrumpió su trayectoria teatral para adentrarse en el mundo del cine. Por una serie de casualidades consiguió colarse en el cast de una de las películas musicales más ambiciosas de la historia, Hello Dolly! Para alguien como él, ser dirigido por Gene Kelly -y bailar junto a Barbra Streisand- suponía haber alcanzado su sueño. Pero aún había más, mucho más.
Su etapa en Hollywood se completó con una segunda película, The Boyfriend (Ken Russell, 1971) en la que coincidió con una estrella de la moda -y una más que solvente actriz y bailarina- de nombre Twiggy con la que volvería a compartir escenario años más tarde. El fracaso de esta película maldita -de la que se han borrado casi todas sus huellas- tal vez fue la señal que Tune necesitaba para regresar a Broadway. En Seesaw, un musical poco conocido de Cy Coleman, ya trabajó como co-coreógrafo además de actor. El número It´s not where you start, concebido e interpretado por él, se convirtió en el más popular del show, una auténtica marca de fábrica que combina su habilidad acrobática, su clase y su tremendo sentido del humor. Seesaw también fue el primero de una larga lista de Tonys (9), este como mejor secundario.
The best little whorehouse in Texas (1978) también le proporcionó gran reconocimiento, pero su consagración definitiva como director le llegó con Nine, la versión musical libérrima de Ocho y Medio de Fellini. Gracias a la conjunción de los talentos del compositor Maury Yeston con su más inspirada creación, el actor Raul Julia en absoluto estado de gracia y el toque sofisticado y pagano de Tune, este valiente show se convirtió en uno de los totems indiscutibles del teatro musical americano.
En 1983 se atrevió a dirigir, coreografiar e interpretar un megalómano homenaje a su autor favorito, George Gershwin, con la deliciosa My One and Only. Ese fue el reencuentro con su vieja amiga Twiggy, a la que puso a cantar y bailar en directo durante casi ochocientas funciones (y con la que aparece en la foto de cabecera). Una nominación al Tony a mejor actriz demuestra que era algo más que un icono de la moda sesentera. Y que estuvo muy bien dirigida por su colega, claro.
Otra osada adaptación a las tablas, la de la mítica película de Greta Garbo Gran Hotel (1932) se saldó con una ristra de premios entre los que estaban el de mejor director y coreografía de 1989. Al igual sucedió con The Will Rogers Follies, el mejor musical de 1991, en el que Tune volvió a hacer pleno al diez. El número del famoso showman y sus starlets en las escalinatas palmeando hasta la extenuación -de una precisión milimétrica- tan rematadamente complicado pero aparentemente fácil, merece un puesto de honor entre las coreografías únicas de Broadway, con permiso de Fosse y Robbins, naturalmente.
En estos días celebra su cincuenta aniversario sobre las tablas. Y lo hace actuando en el pequeño escenario de un prestigioso hotel neoyorkino, haciendo lo que mejor sabe, cantar, contar y bailar. El recital juega con las palabras "Taps, Tunes and Tall Tales" en su título, algo así como "cuentos de altura a golpe de tap y melodías". Y solo por eso ya dan ganas de ir a verlo ¿no?
Cuando el tiempo y las glorias pasan, cuando has batido records a los que nadie ha llegado (ser el único en ganar el Tony como director y coreógrafo en dos años consecutivos, por ejemplo, o ganar en cuatro categorías distintas el mismo año) lo mejor es comenzar a pensar en pequeño, para irse marchando -o quedando, porque en realidad no para- con la mayor dignidad posible.
Hoy pasa largas jornadas pintando en su loft de Manhattan, paseando a su perrita Lil' Shubert (hasta su mascota tiene nombre de teatro) y colaborando en la serie Arrested Development, en la que hace de hermano de Liza Minnelli. También trabaja en la producción de un musical sobre la mítica discoteca Studio 54, para el que está encontrando todos los obstáculos posibles, como podemos imaginar dada la coyuntura actual. Con 74 años, este "daddy long legs", como el personaje de su adorado Astaire, sigue teniendo el porte de un príncipe -o incluso una reina, ¿por qué no admitirlo?- de esos que ya casi no quedan. Contemplar su intacta sonrisa y su todavía atlética figura, nos hace creer en las estrellas y la misteriosa materia de la que están hechas.
Estamos en noviembre y empieza a hacer un frío inmisericorde, ¿qué tal si entramos en calor al golpe de taconazo contrachapado? ¿Apetece dar un paseo por las nubes y espantarlas a ritmo de tap? Visto el panorama creo que es lo mejor que podemos hacer, y aún más si contamos con la técnica, el ingenio y la gracia infinita de este larguirucho de Texas, the "One and Only" Tommy Tune!