Judíos que llegaban del este, irlandeses e ingleses, holandeses y alemanes que venían hacinados en grandes barcos cargados de…sueños. Y de miseria, hambre, ansias de libertad y de prosperidad. Buscadores desesperados de oro falso, el “sueño americano”.
Así se ha formado la historia reciente de los Estados Unidos, y así se fue desarrollando el mundo del Show Business, en paralelo con la gran eclosión del cinematógrafo. Estamos a finales del siglo XIX.
De la vieja Europa venían, por un lado, la moda de la opereta francesa o del “music hall” británico, destinados a popularizar y “aligerar” la música operística tradicional, algo más alejada por definición de un público proletario deseoso de diversión sin más complicaciones (en nuestro país se consolidaba la zarzuela como uno de los géneros más exitosos del momento). La estructura de estos espectáculos solía ser muy similar. Historias más o menos sencillas, con elementos cómicos y -frecuentemente- melodramáticos. Las canciones se iban intercalando en la acción subrayando los gags, el romanticismo o el dramatismo de la situación.
Entre los primeros autores de este género hay que mencionar a los ingleses Gilbert y Sullivan, libretista el primero y compositor el segundo de grandes éxitos “pioneros” como The Mikado o The Pirates of Penzance, entre otros muchos.
Como la mayoría de los aspectos de su cultura, este esquema de show fue importado rápidamente al Nuevo Mundo, donde la diversidad de autores y aspirantes a serlo le fueron imprimiendo un carácter especial, más variado y abierto a nuevas formas musicales emergentes, entre ellas el ragtime o el jazz, la música negra que definitivamente enriqueció con su ritmo el nuevo género. Harry B. Smith y George M. Cohan fueron algunos de los primeros autores que estrenaron funciones en los recién abiertos teatros de la gran manzana.
Por aquellos entonces existía un tipo de espectáculo conocido como “minstrel” que consistía en divertir al público ridiculizando el habla y los bailes de los negros de las plantaciones del sur. Con frecuencia eran actores blancos los que los interpretaban, pintando sus caras de forma exagerada y grotesca, hasta que poco a poco cómicos afroamericanos fueron creando una serie de compañías ambulantes que recorrían el país cantando, bailando y divirtiendo al personal. Nunca se apreció lo suficiente la inmensa aportación que este género significó para el recién nacido vodevil, y por tanto para el musical de Broadway como hoy lo conocemos.
Hace unos meses se estrenó la última obra escrita por dos de los autores más relevantes y prolíficos de la historia del musical, John Kander y Fred Ebb (Cabaret, Chicago, New York New York…), su nombre “The Scottboro boys”, y trata precisamente de un grupo de actores de minstrel injustamente acusados de violación. Os dejo con un par de escenas de esta excelente (pero injustamente tratada por el público) producción.