El swing de Kathleen Marshall
Cuando los empleados de la fábrica de pijamas Sleep Tite decidieron ponerse en huelga ante la explotación de sus patronos, hartos de trabajar sin horario y con un miserable sueldo, no se ofuscaron, no. Se fueron de picnic y empezaron a dar saltos y hacer piruetas celebrando que, después de todo, "un día es un día".
Cuando Lucentio se tuvo que disputar el amor de la dulce Bianca con Gremio y Hortensio en la Padua del XVI, no desenfundaron sables ni florines, no discutieron ni pelearon. Se pusieron a bailar como locos ante la abrumada muchacha, a ver quién de los tres lo hacía mejor. ¿Tom, Dick o Harry?
Cuando se cansaron de dar brillo a su pelo -y a su "flamante" Buick de segunda o tercera mano- los chicos del Ridell High School no hicieron otra cosa que montarse un baile frenético sobre el destartalado coche.
Cuando la seductora Reno Sweeney se da cuenta de que solo por besar a Sir Evelyn Oakleigh podría ascender de simple cabaretera de music hall a una auténtica lady inglesa... Cuando todos en ese barco de locos impostan la personalidad de otro para lograr fortuna, sexo o amor en un disparatado crucero rebosante de champagne y frivolidad, correrán a cubierta a bailar al endemoniado ritmo del claqué proclamando a voz en grito que en el amor y en la guerra ...todo vale!
Cuando la incombustible princesa Winnifred cruza a nado el foso del castillo como una aspirante más a esposa del príncipe Dauntless... A pesar de que sale de allí embarrada y despeinada, a pesar de las miradas asesinas de la reina madre y del estupor de todos los presentes no se acobarda -aun sufriendo de una supuesta "timidez enfermiza"- sino que se echa a cantar y bailar entre almenas y torreones.
Y cuando a la pobre Ruth Sherwood se le empezaron a acumular las facturas sobre el escritorio, cuando una vez más sus artículos fueron rechazados por otro periódico y no tuvo más remedio que hacer de mujer anuncio del cabaret Village Vortex, no se vino abajo, no. Justo antes de tocar fondo comenzó a mover sus caderas al ritmo sincopado de un swing electrizante.
El swing de Kathleen Marshall.
Nacida en Pittsburgh, Penssylvania, Katie vivió desde pequeña la pasión por el mundo del espectáculo con la mayor naturalidad. No era la primera de la familia que sentía el pellizco del showbusines. Siguiendo los pasos de su hermano mayor, Rob Marshall (director de Chicago, Memorias de una geisha, Nine) comenzó a estudiar en escuelas de teatro y danza hasta que empezó a colaborar en sus primeros montajes. El bautizo le llegó nada más y nada menos que con Kiss of the spider woman, el musical de Kander y Ebb que coreografiaba Rob allá por el año 93. Su labor como asistente a la sombra de su hermano en un musical tan complejo y excitante como ese debió abrirle el apetito. Comenzar una carrera dando instrucciones de baile a Chita Rivera debe ser presagio de un brillante porvenir ¿no? claro, si llegas a superarlo.
Aún como ayudante siguieron éxitos como She loves me, Damn Yankees y Victor/Victoria. Los laureles -y los tonys- fueron para otros, pero la que tuvo que cuidar de que la Sra. Andrews no se cayera de los tacones durante Le jazz hot, fue ella y no otra. Desde finales de los noventa ya comenzó a montar sus propias coreografías en Broadway, incluso a dirigir algún espectáculo por sí sola. En el año 2000 dirigió uno de sus mayores éxitos, el que le valió la entrada por la puerta grande al exclusivo club de coreógrafos de leyenda (Agnes de Mille, Jerome Robbins, Bob Fosse...). El dinámico musical de Bernstein Wonderful Town con Donna Murphy encabezando el reparto tuvo que suponer un auténtico reto al estar plagado de referencias clásicas semi-intocables. Pero Katie salió airosa de la empresa y se llevó a casa un tony a la mejor coreografía. Pronto tuvo que ampliar la estantería porque repitió con The Pajama Game y Anything goes, así como otras nominaciones por sus trabajos en Kiss me Kate o Grease. Para televisión ha realizado un par de películas -pequeñas y encantadoras- como The music man y Once upon a mattress.
Y ahora triunfa con su último trabajo, una espléndida revisión del musical más frívolo de todos los musicales frívolos de Cole Porter, Anything goes. Y dirige a Sutton Foster, y a Joel Grey... y los pone a bailar con un swing que solo unos pocos como ella entienden de verdad. Un swing que nos impide caminar de una forma normal cuando salimos del teatro o cuando estamos escuchando -y recordando- cualquiera de esos números imposibles de bailar.
¿Que qué es el swing? Pregúntale a un flamenco por el compás, a un pintor por el brochazo o a un diseñador por la línea, el toque. Seguramente tardarán mucho en dar una definición, porque no debe ser algo que se aprenda en las escuelas ni en los libros, o que se pueda copiar. O se tiene o no se tiene.
Pregúntale a Kathleen.