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jueves, 28 de junio de 2012

Who is who in the cast




Kristin Chenoweth (Funny girl)

Una diva no tiene por qué ser una gran cantante, ni siquiera una gran actriz. Una diva es algo más. Fanny Brice, Ethel Merman, Mary Martin, Carol Channing... cómicas, "caricatas", reinas capaces de reirse de sus propias debilidades y de su propia sombra. Carne de focos y escenario, payasas que resisten los embates de la vida a golpe de carcajada. Pero que también pueden arrancarte una lágrima a poco que te despistes...
La historia de Broadway está llena de estas actrices de vocación que -nadie sabe exactamente por qué- sin ser especialmente bellas, ni esculturales, ni glamurosas... se cuelan en el corazón del público de por vida. Lucille Ball, Carol Burnett, Barbara Harris... chicas corrientes, simpáticas, a veces inocentes, a veces atrevidas, pero con una personalidad de hierro forjado entre los bastidores de la vida.
Kristin Chenoweth es una de ellas. La última en unirse a este insigne grupo de "chicas divertidas". Pero ella, además, viene equipada con una voz de oro de veinticuatro quilates.
Esta rubia pizpireta de poco más de un metro y medio, vino al mundo hace cuarenta y tres años (aunque siga aparentando veintipocos) en Broken Arrow, Oklahoma. Sí, nació en un estado con nombre de musical de los clásicos, cómo no. Sin ser totalmente consciente de sus orígenes -fue adoptada cuando solo era un bebé- ella afirma tener un "cuarterón" de india cherokee, algo no demasiado extraño en esa región. Lo que siempre tuvieron claro los que la conocían, es que era diferente a las demás, alguien extraordinaria. Como extraordinaria era su vocecita de pito de registros ilimitados. Por eso comenzó a cantar en coros de gospel cada domingo y así fue sobresaliendo hasta conseguir una beca para estudiar ópera y teatro musical. Cuentan que fue a Nueva York a ayudar a un amigo a mudarse, y ya no volvió nunca más. La seleccionaron para un papel en Animal Crackers (una comedia de los Hermanos Marx convertida en musical) y a partir de ahí todo fue subir escalones.
A comienzos de los 90 ya estaba "on tour" con obras como Babes in arms, The Phantom of the Opera (donde Kristin fue Christine por varias ciudades y países), The Fantastiks (¿qué estrella de Broadway no ha hecho alguna vez de Luisa?), hasta que llegó su debut en la gran ciudad con un estreno de auténtico lujo, Steel pier, de Kander y Ebb. Por su pequeño papel de la soprano enloquecida Precious McGuire ganó su primer premio de importancia, el Theatre World Award. Poco después hizo de Sally, la hermana listilla de "Carlitos" en You´re a good man Charlie Brown, personaje por el que se llevó su primer -y hasta ahora único, no me preguntéis por qué- Tony. También fue Daisy Gamble en una producción Encores! de On a clear day you can see forever, la primera reposición que se hacía desde su estreno en plenos sesenta. Y es que nadie más se atrevía a hacer una Melinda digna de su predecesora, otra rubia pizpireta de tremenda voz, la genial Barbara Harris (a la que también "siguió" en la reciente reposición de "The Apple Tree").
Pero el espaldarazo definitivo a la fama -además de por sus apariciones en varias películas y series- se lo dio Glinda, la Bruja Buena del Oeste, ¿no es lo que suelen hacer las brujas buenas?. Con Wicked, Kristin Chenoweth -al igual que su colega, Idina Menzel- logró subir al podio, al trono, al olimpo, a ese lugar de privilegio al que se tarda mucho en llegar pero del que a veces se sale muy deprisa. El gran público se aprendió su nombre para siempre con la creación de este claro y oscuro personaje que supo interpretar con todos los matices que requería y con su acostumbrada voz de ángel endemoniado. Ojalá las muchas Glindas sustitutas hubieran estado a su altura, y a la de la Menzel, claro.
Cunegonde en Candide (producción de la filarmónica de Nueva York), Lily St. Regis en la versión televisiva de Annie, Marian (the librarian) en The Music Man, también para televisión -junto a Matthew Broderick- y un sinfin de intervenciones en series "con derecho a canción" como la estupenda Glee, en la que hacía de la fracasada April Rhodes. Sus versiones de One less bell to answer o Maybe this time en sendos capítulos son antológicas. ¿Por qué no se ha pensado en un spin-off con ese personaje?
La última vez que la vimos sobre un escenario de Broadway fue hace un par de años, y hacía algo muy complicado. Emular a Shirley MacLaine en El Apartamento no es un toro que pueda lidiar cualquiera. Y encima cantando y bailando. Promises, promises, la obra maestra de Burt Bacharach, nos brindó la oportunidad de verla en un papel menos cómico y más amargo, la de la ascensorista que se mira en el espejo roto de su propia existencia ("no deberías usar rimmel si te enredas con un hombre casado"). La  perfecta química con Sean Hayes (el Jack Lemmon del show) nos regalaba uno de esos escasos momentos mágicos en los que el oficio y la inspiración rebosan por todo el patio de butacas.
La voz de esta "pequeña gran diva" -chillona o aterciopelada según se requiera- es tan personal, tan única que se ha llegado a inventar un término relacionado con su tesitura imposible, "the Cheno note". Una nota a la que muy pocos pueden llegar y que deben evitar los que quieran conservar su cristalería intacta. Pero eso no es lo más importante de esta "chica divertida" (también hizo Funny Girl en una función-homenaje, por cierto) de curvas sinuosas y ojos de un azul de piscina californiana. Lo mejor de Kristin Chenoweth no se puede medir, solo se percibe cuando aparece en un escenario y de repente dejas de ver al resto de los actores. Hay quien nace con ese don, un foco de luz que no solo les ilumina a ellos, sino también a los que tenemos la suerte infinita de acercarnos alguna vez. 
   










jueves, 14 de junio de 2012

TKTS





The Tony Award 2012

Un tipo de treintaitantos tocando la guitarra en una esquina cualquiera de Dublin, una chica que se acerca, un romance, una canción que les une y que se convierte en un éxito. Eso es Once, la película de John Carney que sorprendió en 2007 y que acaban de convertir en una obra musical. No eran muchos los que habrían apostado por esta historia intimista, sin grandes números, sin montaje espectacular, solo música y sentimiento. Y sin embargo ahí lo tenemos, con una cosecha de ocho premios Tony. Sin embargo otras producciones muchos más ambiciosas (Ghost, Spider Man, Leap of Faith...) se volvieron a sus teatros con las manos vacías. That´s Broadway!
De los premios acaparados por Once -mejor dirección, libreto, diseño escénico, orquestación, dirección musical etc.- el más celebrado fue el de su actor protagonista, Steve Kazee. Y por lo poco que he podido ver de su actuación parece merecérselo sin lugar a dudas. Donde sí tuve la suerte de disfrutar de su talento fue en 110 in the Shade, junto a la también premiada Audra McDonald -caprichos del destino- haciendo un  Starbuck de leyenda. Su forma de actuar, de cantar, de moverse en el escenario -dejando aparte su fachón de galanazo clásico- y su enorme versatilidad (igual te borda un vaquero granuja que un romántico cantautor callejero) le auguran a este treintañero de Kentucky una larga y jugosa carrera.
Atrás quedaron los otros shows nominados, en un año no demasiado prolífico en grandes montajes nuevos y sí pleno en buenos revivals (como casi siempre). Leap of faith -con el magnánimo Raul Esparza a la cabeza- se fue como llegó. Esta interesante obra basada en una película de los noventa (que aquí se llamó El Charlatán, con Steve Martin y Debra Winger), desbordante de ritmo y energía, ha sufrido la misma indiferencia de su original. Lo siento por su protagonista, porque ya le iba haciendo falta un éxito contundente, el que se merece uno de los mejores actores que ha dado Broadway.
Nice work if you can get it, por el contrario, se ha llevado dos premios gordos, los secundarios Michael McGrath y la legendaria Judy Kaye. Esta revisión "gershwiniana" está remontando su tibio estreno gracias al trabajo de sus actores y sus espléndidos números musicales. La deliciosa Kelli O´Hara no ganó el de mejor actriz pero que eso se remedie es una simple cuestión de tiempo. Y por esta vez su coreógrafa, Kathleen Marshall no se llevó la estatuilla, siendo para Christopher Gatelli por Newsies.
Newsies era el cuarto en competir al mejor musical de 2012. Esta energética versión de la película de Disney -sobre un grupo de chavales repartidores de prensa en el Nueva York de principios de siglo- está pegando mucho más fuerte de lo que sus productores parecían esperar. De hecho se ha prorrogado sin límite aunque fue estrenada para un "limited engagement". Quien la ha visto cuenta maravillas de esta producción con libreto de Harvey Fierstein y canciones de Alan Menken, premiado con el Tony a la mejor partitura.
Entre los revivals de este año había bastante competencia. Varias producciones de lujo en tiempos de estrecheces. Tal vez por eso el dinero va destinado a las obras conocidas, que implican un menor riesgo. Follies, Evita, Jesus Christ Superstar y la ganadora, The Gershwins´ Porgy and Bess son cuatro funciones potentes y sólidas, con excelentes críticas y todas manteniéndose en cartel. Que no se lo hayan dado a Follies me parece una injusticia de proporciones neoyorkinas, a pesar de que Porgy and Bess ha logrado dar una nueva y refrescante visión del clásico de su autor. Pero la grandiosa revisión del musical de Sondheim iba a enorme distancia de sus contrincantes, al menos así lo ve el que escribe.
Sobre los galardonados en la categoría de actores principales no tengo queja alguna, al menos a lo que a actriz se refiere. Audra McDonald ha conseguido su quinto premio (y el primero como protagonista, que ya era hora) por una Bess diferente, de carne y hueso, con menos "bellcantismo" y mucha más sangre. Que se te pongan los vellos de punta en cuanto la ves aparecer y no le puedas quitar ojo en las dos horas y media del show... justifica su estatuilla. Entre sus oponentes estaba Jan Maxwell, otra de mis favoritas, por la
impresionante Phillys de Follies. Tal vez el tratarse de una obra coral no la ha beneficiado mucho.
Y entre los chicos, este año ha habido sorpresa. Steve Kazee ha revolcado a los consagrados Danny Burnstein y Ron Raines (Follies) y a un Norm -Porgy- Lewis que se presentaba como favorito de la temporada. Yo mismo le vaticiné el premio en la puerta del Stage Door a este genial y simpático actor. Y él se me quedó mirando sorprendido, como si ni siquiera se lo hubiera planteado. En fin, si no ha sido esta vez será la próxima, sin duda.
Ausencias notables: Godspell como mejor revival, Bernadette Peters y Elaine Paige por Follies, Harry Connick por On a clear day (sí estaba su compañera, la maravillosa Jessie Mueller), Elena Roger y Ricky Martin como Evita y Che (solo Michael Cerveris como secundario por Juan Perón), Paul Nolan como el mismísimo Jesucristo y Matthew Broderick por Nice work if you can get it. La American Theatre Guild tendrá sus razones, digo yo.
Pero para los que tuvieron el privilegio de asistir a la gala -o la suerte de poderla ver por la tele en directo- el verdadero ganador fue, una vez más, su anfitrión, Neil Patrick Harris. Las tablas que derrocha este actor con eterna pinta de niño travieso solo lo pueden comparar con el encanto y la maestría de su antecesor, el inconmensurable Hugh Jackman. ¿Cuándo volverá a presentar el show?  De momento este año nos conformamos con haberlo visto recoger un premio honorífico de manos de su adorada esposa. Ya solo por instantes como ese merece la pena tragarse enterita la ceremonia de premios con más arte y glamour de todas cuantas existan (sí, una vez más, tía Antoinette gana a tío Oscar por goleada).
Y es todo por el momento, que disfrutéis de las interpretaciones de lujo de este show sin parangón, que nos recuerdan una vez más eso de que "there´s no business like show business!"