Silencio, se graba!
Qué simple parece cuando tenemos el plato sobre la mesa. Cuando la sopa humeante, o el guiso sabroso aguardan a que metamos la cuchara, o ese pedazo de pan blanco al que damos un pellizco mientras esperamos. Qué sencillo cuando abrimos un libro y empezamos a leer, o cuando elegimos esa camisa o ese vestido que nos gusta. Simple. O esos zapatos. Qué fácil al abrir el grifo y ver cómo fluye el agua... Pero qué pocas veces nos detenemos a pensar qué hay detrás de todo eso. En los desvelos y las preocupaciones de quienes cada día ponen en marcha los engranajes de las cosas más simples y a la vez más complejas de la vida.
¿Y cuando se levanta un telón? ¿No nos parece que todo comienza en ese momento? ¿Que ese instante se inaugura para nosotros en el aquí y ahora que supone una representación? Nada más lejos de la realidad, cuando por fin el telón sube es de hecho cuando todo acaba. Los días en que a un autor se le ocurrió una idea, la escribió, perfiló, presentó, modificó -volvió a modificar- la corrigió y la puso en boca de un grupo de actores. Los días en que a un productor le llegó una idea, un borrador. Las noches en vela buscando financiación, patrocinadores o mecenas. Valorando los riesgos, pensando en el casting... La elección del director, los intérpretes, las primeras lecturas en torno a una mesa, las primeras reacciones al decir el texto en voz alta. La búsqueda de un teatro para estrenar. La escenografía, el diseño del vestuario, de las luces, del maquillaje... Bueno, y si encima se trata de una obra musical, entonces para qué hablar...
En esta nueva sección de Stage Door nos vamos a ocupar de poner un poco de luz sobre el único lugar del teatro en el que no brillan los focos. El backstage, tras la escena, entre bastidores o entre cajas, en los camerinos, en las salas de ensayo o en el estudio de grabación. Preproducción, producción y post producción, todo se reduce a eso.
Hoy empezamos por el final, por lo que se hace cuando todo está hecho. Cuando el show ya se estrenó, las críticas aparecieron en prensa y se encargaron los carteles con las frases más alagadoras para decorar el exterior del teatro ("the best show in town", "stunning producction", "exhilarating", "two thumbs up"...), se seguirá gastando dinero -a veces aún más que en el montaje- en las campañas publicitarias. Apariciones en televisión del cast, anuncios, flyers, vallas gigantes (a ser posible entre Times Square y la 46, que se vea bien desde el TKTS)... todo un derroche, gastar más para ganar más (o para perder menos), the real american way!
¿Qué sería de nosotros, los fans, de no existir las grabaciones de los shows? ¿Cómo haríamos volar nuestra imaginación todos aquellos que no podemos sentarnos en la butaca de un teatro? Pues durante mucho tiempo no las hubo. Incluso mucho antes de la época del vinilo, cuando los discos de pizarra rugían en los viejos gramófonos o "victrolas" de la época, se producían óperas, música clásica, jazz o cantos folclóricos, pero aún no se grababan los shows de Broadway, o solo se había hecho en raras ocasiones. La obra que abrió la veda al negocio de las grabaciones fue Oklahoma! Claro, en esto también fueron pioneros nuestros queridos colegas Rodgers y Hammerstein.
En 1943 salía al mercado un disco con una serie de canciones del show interpretadas por sus protagonistas, lo que podemos considerar el primer Original Broadway Cast de la historia. Y supuso un récord con pocos precedentes en el negocio de las discográficas hasta la fecha con más de un millón de copias vendidas. La senda que abrió Oklahoma! fue seguida por muchos otros shows que vieron como estas grabaciones ayudaban a prolongar y extender el éxito de la obras, así como a dotarlas de una popularidad hasta entonces desconocida. Los siguientes musicales del mencionado tándem -Carousel, South Pacific, The King and I...- también se convirtieron en éxitos de ventas. Al igual que las obras de Berlin, Porter, Lerner y Loewe o Loesser (Annie get your gun, Kiss me Kate, Brigadoon, Guys and Dolls...) ocuparon los primeros puestos del hit parade, los discos más escuchados -y comprados- del momento. Es sorprendente el conocimiento que aquellas generaciones tienen sobre el teatro musical de su país, considerando que la mayoría del público no tenía fácil acceso a los teatros, bien por razones económicas o de distancia. Así, aquellos discos de 33 revoluciones, con sus caras A y sus caras B, con sus atractivas y coloristas portadas diseñadas por el mismo que diseñó el póster de la función y con los títulos de las canciones impresas en las contraportadas, fueron la ventana por la que el gran público americano -y del resto del mundo- se asomaban a un muchas veces lejano Broadway.
Desde entonces se han realizado recordings con las canciones del show y a veces también con parte de los diálogos, con los repartos originales y muchas veces con los segundos o terceros repartos, dependiendo de la popularidad de la pieza, de las versiones de Broadway o de London. Algunos discos han ayudado a rescatar a un musical del fracaso (el de Godspell, por ejemplo) y otros se han lanzado previamente para dar a conocer la música antes del estreno del show en cuestión, o han hecho grabar alguna canción a una estrella para atraer la atención, táctica de marketing practicada con frecuencia por el equipo de Lloyd Webber (con Sunset Boulevard por ejemplo). Claro, que a veces al igual que la obra, el disco también ha fracasado, o incluso muchas veces ni siquiera se llegó a producir. Hay tantas piezas olvidadas de las que, precisamente por esto, no quedan apenas rastros... Y seguro que entre ellas encontraríamos piezas dignas del rescate. Para ello tenemos los Encores! que de vez en cuando reivindican alguna joya abandonada en el gigante desván del showbusiness.
Las muestras que traemos hoy no han estado jamás en un desván, al contrario, las tres han supuesto récords de venta -además de entradas- cada una en su época.
La grabación de Company, de Stephen Sondheim, es mítica y no solo por su excelente reparto sino porque decidieron inmortalizarla en una interesantísima filmación. Ver a Elaine Stricht o a Dean Jones en ese destartalado estudio tan de los setenta... La concentración en sus caras, la interpretación lejos del escenario pero como si estuvieran sobre él en la noche del estreno, no tiene precio. Godspell fue un superventas durante la misma década (cuando aún se vendían discos como rosquillas...), y el tema Day by day ha sido grabado por multitud de estrellas del pop. Aquí os presento el recording de la última producción de 2011, con una exquisita Ana Maria Perez de Tagle (Hanah Montana). Y finalmente uno de los discos más vendidos de un musical en toda la historia, Anything goes. Ethel Merman, Patti LuPone, Elaine Paige y recientemente Sutton Foster han puesto su voz a Reno Sweeney, la protagonista de una de las obras más representadas, y también más grabadas.
Mírenlos con sus caras lavadas, con una camiseta usada y el pelo sin arreglar. Miren sus caras, sus expresiones que mezclan gestos del personaje con los suyos propios. Pasen y vean algo que no se puede ver, para lo que no se puede comprar una entrada ni de reventa. La cocina del musical, el taller de fabricación de los sueños, la cámara sellada donde se trabaja en mangas de camisa y vaqueros antes o después de ponerse el maquillaje y las lentejuelas, en el misterioso y fabuloso mundo del backstage.
Pero por favor, entren en silencio, que se está grabando!