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jueves, 19 de septiembre de 2013

Standing ovation



Barnum (Come follow the band!)






"El mayor espectáculo del mundo" (The greatest show on earth, Cecil B. DeMille, 1952) es una de las primeras películas que recuerdo haber visto en mi vida. No puedo acordarme de mucho -tendría 6 o 7 años- pero creo que la vi en un viejo cine de mi pueblo, en pantalla gigante, en "technicolor". Los colores, eso es lo que me viene a la memoria. Y la mano de mi padre agarrándome con fuerza al salir de aquel cine. Con tales precedentes no debe ser muy fácil mantener el nivel de felicidad el resto de tu vida... Pero ahí andamos.
Aún era demasiado joven para saber nada sobre el empresario que montó ese enorme circo en la vida real, el loco que entregó su vida entera a hacer soñar al mundo.
Phineas Taylor Barnum (1810-1891) tenía fama de embaucador y mujeriego, y seguro que se la ganó a pulso, pero también llegó a ser un afamado hombre de negocios, escritor, filántropo, editor, político ocasional y claro, showman. Además de todo esto, Barnum fue el inventor del circo como hoy lo entendemos.
There is a sucker born ev´ry minute... dice la canción con la que empieza el musical al que hoy rindo mi ovación. A cada momento nace un tonto -pocas veces se ha dicho una verdad tan grande encima de un escenario-, y con tal premisa no sería tan difícil montar un espectáculo a base de "humbugs" (tonterías, patrañas, disparates) que atrajeran a las legiones se suckers de la América de entonces.
Barnum hizo todo un arte del razzle-dazzle, de cómo deslumbrar al espectador y metérselo en el bolsillo sin mucho esfuerzo. La mujer más vieja del mundo (niñera de Abraham Lincoln, por cierto), el elefante gigante Yumbo, el hombre más pequeño del planeta... el arte de vender humo, pero eso sí, a todo color.
Su esposa lo quería trabajando como oficinista, pero él se negó a pasar por la vida vestido de gris, sin pena, sin gloria y sin aplausos. El mundo es de los valientes, y de los estafadores, que es lo que muchos le consideraban. "El mayor estafador del mundo".
Varios productores flirtearon con la idea de llevar la vida de este pionero al teatro. Pero finalmente fueron el libretista Mark Brumble, el letrista Michael Stewart, el director Joe Layton, y el más importante -al menos para el que escribe-, el compositor Cy Coleman los que lograron levantar el telón del St. James Theatre de Broadway en abril de 1980.
Desde sus problemas económicos hasta sus peleas con su adorada -y abnegada- esposa Chairy, desde la construcción del Museo del Circo hasta el invento del circo ambulante en ferrocarril, desde su ocasional entrada en política batallando por los derechos de los negros hasta su affaire con la soprano Jenny Lind, desde la repentina muerte de Chairy hasta su fusión con el circo de Bailey... todo está en el show. Pero contado y cantado a través de números musicales encadenados a ritmo de espectáculo circense. Acróbatas, payasos y funambulistas son a la vez actores, cantantes y bailarines que narran con agilidad y energía las aventuras y desventuras de este loco maravilloso. Y encabezando el cartel un prodigioso Jim Dale junto a Glenn Close en uno de sus primeros papeles en Broadway, como P.T. Barnum y señora. ¿Alguien da más?
Al año siguiente Michael Crawford y Deborah Grant lo estrenaron en Londres superando el éxito de Nueva York, y extrañamente no habían vuelto a reponerlo hasta que este verano ha sido la máxima atracción del Festival de Chichester, un pueblecito adorable al sur de Inglaterra. Christopher Fitzgerald (Young Frankenstein, Finian´s Rainbow) y Tamsin Carrol (Ragtime) han protagonizado esta espléndida producción del Mr. Producer por excelencia Sir Cameron Mackintosh para deleite de todos los que hemos tenido la dicha de estar bajo la carpa del magnífico Theatre in the park que han montado en la ciudad. Un auténtico lujo, independientemente de lo que las críticas hayan dicho de este show impresionante y colorista. A las pruebas me remito.
Barnum es un musical con corazón, con nervio. Una historia de amor y desamor, de arrepentimiento y perdón, de sueños y decepciones, mágico y real como la vida misma, dulce y amargo a partes iguales. Las canciones del maestro Coleman (Sweet Charity, City of Angels, The Will Rogers Follies, The Life) te llevan desde la euforia del salto mortal hasta la melancolía del payaso acabado en una espiral de melodías inolvidables y exultantes. Y qué bien han envejecido, y qué bien cuentan lo que tienen que contar.
En la carpa de ese pueblecito de Inglaterra aplaudimos y gritamos, lo confieso, y nos levantamos del asiento para agradecer a la compañía las dos horas y media que nos habían regalado. Y salimos con una sonrisa de oreja a oreja, la misma que llevarían en sus caras todos los suckers embaucados por los humbugs del gran maestro del engaño. ¿Acaso no es eso el mundo del espectáculo?    
 

             



  





jueves, 12 de septiembre de 2013

Wellcome back!


It´s so nice to be back home where I belong!

Perdón, ante todo, por el momento "ego-blogger" (como diría mi amiga Anabel), pero no se me ocurre una forma mejor de arrancar la temporada que plantado en la puerta por la que deambulan los sueños. Stage door, se me hace la boca agua...
No he podido evitar empezar con la foto de un servidor -entre otras cosas porque es preciosa, mérito único del fotógrafo- merodeando por las traseras del West End, husmeando por marquesinas y postigos, atraído como una polilla hacia las luces de neón, buscando el olor de las tablas, el aroma de los focos, el suave tacto de las melodías, el sonido del terciopelo rojo, el sabor de los aplausos...
Se va el largo y cálido verano -corto más bien-, tan pronto como aparece se marcha. Igual que Zaratustra me caigo muerto al pensar en la fugacidad de las cosas, al sufrir en mis carnes como todo comienza y acaba sin parar -y que no pare, pensarán muchos- mientras miro una maleta que ayer mismo engordaba ignorando las restricciones de Mr. Ryan (Air) y hoy me mira famélica pidiéndome que la quite de en medio de una vez.
Adiós a la playa, a las largas siestas, a las noches sin horas, a las "lazy afternoons", a los "departures"...  hola a los "arrivals".  La "overture" se me hace cada vez más cerca del "finale", debo estar cumpliendo años...
Pero septiembre tiene un encanto innegable. Volver a la vida cotidiana, comer a tus horas, dormir a tus horas y hacer todos los propósitos de enmienda posibles, bla bla bla. El mito del eterno retorno al cole. Uff, de verdad te lo digo, si no fuera por algunas cosas... Como reencontrarme una vez más con vosotros, que diría nuestra adorada Norma, wonderful people out there in the dark... 
En realidad prefiero reaparecer como otra de las grandes, bajar una escalera mucho más alegre que la de aquella oscura mansión californiana, al pie de la que me reciba un puñado de camareros con delantal impoluto coreando entusiasmados mi regreso (que levante la mano quien no haya soñado alguna vez con protagonizar esa escena, o mejor no la levantéis por favor!!). Todos deberíamos tener, al menos por una vez en la vida, una entrada como la de aquella vieja casamentera, ¿te imaginas volver al trabajo al son de la melodía de Jerry Herman?
Stage door vuelve al ataque. Y lo hace renovando su aspecto, gracias a la impagable ayuda y destreza de mi compañero de viaje. De vez en cuando hay que repintar, revisar el maquillaje, redecorar, reciclarse, renovarse o morir de una vez and all that jazz! Y así lo hemos hecho.
Todavía oliendo a pintura fresca (decidme que os gusta el cambio please!), abrimos una nueva temporada -y ya van cuatro!- con muchas ganas de seguir disfrutando juntos, de encontrarnos cada dos semanas y compartir la fascinación que nos une por el mundo del espectáculo. Porque todo no va a ser trabajo, dietas, "vida normal", prisas, recortes varios, rescates, estreses y demás, de vez en cuando hay que dejarse caer en los brazos de la fantasía, la que de verdad nos rescata de un mundo cada vez más loco.
Por eso hoy mismo abrimos el telón que nos sacará un ratito de la realidad cada dos semanas (aunque la primera entrada formal será la semana próxima ¿eh?), así que tomen asiento, cojan sus programas de mano porque la función vuelve a empezar después del largo - o corto- y cálido entr´acte de las vacaciones.
Gracias de todo corazón por seguir ahí, os prometo que... I will never go away agaaaaain... al menos hasta el verano que viene.