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jueves, 20 de febrero de 2014

Who is who in the cast?



Laura Osnes (It´s De-lovely)

The night is young, the skies are clear and if you want to go walkin', dear
It's delightful, it's delicious, it's de-lovely...


Laura Osnes viene a cantar a Sevilla. Y ahora vosotros -la mayoría, seguro- pensaréis ¿y quién demonios es Laura Osnes? (qué mala es la ignorancia por dios!) Pues para eso estoy yo aquí, para presentaros a una de las mejores intérpretes de Broadway de hoy día.
Su belleza, sus profundos ojos azules, su cuerpecito perfecto y sus maneras suaves y cándidas en combinación con una increíblemente dulce -y poderosa- voz, la convierten en la perfecta "leading lady". Bien podría ser Eliza en My Fair Lady, Louise en Gypsy, María en Sound of Music -o en West Side Story- o Laurey en Oklahoma! Aunque a esta chica de Minnesota no le faltan agallas para hacer una perfecta Annie Oakley pegando escopetazos o una Sally Bowles penando sobre las tablas de un viejo cabaret. De hecho en menos de un año ha pasado de ser la princesa de tus sueños a la golfa de tus pesadillas. De Bonnie Parker (Bonnie & Clyde) a Cinderella, ambas avaladas por sendas nominaciones al Tony, ¿alguna duda sobre su versatilidad?
En noviembre de 2006 dio comienzo un reality show de la NBC que pretendía encontrar a los perfectos Sandy y Danny para una fastuosa producción del musical Grease. You´re the one that I want era el muy agudo título de un programa que ya antes había lanzado Sir Andrew Lloyd Webber para buscar a la protagonista de The Sound of Music en Londres (How do you solve a problem like Maria? ). Y allí estaba ella como una aspirante más, con una maleta llena de sueños y un currículum aún medio vacío. "Small Town Sandy" la apodaron en el reality, más por la inocente apariencia que daba que por ser una chica de pueblo, que no es el caso. Cada semana tenían que cantar y bailar delante de un jurado compuesto por Olivia Newton- John, el director Rob Marshall, Frankie Avalon y el mismo Lloyd Webber, ahí es nada. Quien debuta así y ante más de dos millones de espectadores por programa debe quedar entrenado para encarar cualquier audiencia ¿o no?
Pues resulta que "Small Town Sandy" dejó boquiabierto al selecto jurado y se merendó literalmente a un buen montón de Sandys -de grandes ciudades- haciéndose con la protagonista de uno de los musicales más populares de la historia en una de las reposiciones más exitosas, gracias por supuesto a la enorme promoción que el programa hizo del show.
La experiencia Grease la puso en el punto de mira de productores a la caza de nuevos valores en un Broadway con cada vez más profesionales y menos estrellas. Y justo un año después de dejar la función una estrella consagrada, Kelly O´Hara, se tuvo que retirar por un tiempo del South Pacific del Lincoln Center por su inminente maternidad. Y así fue como la chica de Minnesota se vio interpretando durante varios meses a la protagonista de uno de los grandes clásicos de siempre. La enfermera Nellie Forbush le dio la verdadera alternativa en el panorama del showbusiness actual, la misma que antes hicieran Mary Martin, Mitzi Gaynor o Glenn Close ahora iba a ser ella en la única reposición del show desde que se estrenara en 1949. Toda una reválida aprobada con sobresaliente según afirmaron los críticos, lo que no debió ser nada fácil tratándose de sustituir a alguien como su predecesora.
Otro clásico -su perfil y tesitura los piden a gritos- le llegó con Anything goes, la producción de 2011 protagonizada por Sutton Foster. Brillar junto a la Foster tampoco es cualquier cosa, pero la rica heredera Hope Harcourt es un papel delicioso que además canta algunas de las mejores melodías del show (All through the night, It´s De-Lovely...), y si además acabas con el galán (Colin Donnell para más señas)... ¿pues qué más se puede pedir?  Una nominación al Drama Desk Award la afianzó aún más en este tipo de roles.  
Pero donde de verdad de mide un actor de Broadway es en la interpretación de un personaje nuevo, sin reemplazar a nadie, defendiendo un papel sin referentes anteriores. Y esta oportunidad le llegó ese mismo año con el nuevo musical de Frank Wildhorn (Jeckyll and Hyde, The Scarlett Pimpernell) sobre la historia de los asesinos Bonnie Parker y Clyde Barrow. Bonnie & Clyde no se puede considerar precisamente un éxito, aunque mereció haberlo sido por la calidad de su partitura y sus actores, entre los que sobresalía un magnífico Jeremy Jordan, pero no llegó a superar ni cuatro semanas en cartel, a pesar de haber recibido unas críticas más que aceptables. Aún así la sensual, canalla, inquietante, implacable Bonnie que hizo Osnes le valió su primera nominación al Tony. Ya estaba entre las grandes.
Y así es Brodaway, después de un fracaso viene un éxito y viceversa, y el siguiente proyecto en que se involucró fue -está siendo- un auténtico bombazo. La revisión del musical de televisión de Rodgers y Hammerstein Cinderella, una costosísima apuesta para la que desde un principio contaron con ella como protagonista y digna sucesora de Julie Andrews o Leslie Ann Warren, que antes lo habían hecho en la pequeña pantalla. Y con esta Cenicienta fresca y contemporánea -pero conservando todo el encanto del más encantador de los cuentos de hadas- recibió su segunda nominación al Tony, además de otros galardones que sí consiguió.
Y entre tanto protagonizó un montaje de otra obra de estos famosos autores, Pipe Dream, en una excelente versión concierto de Encores junto a Will Chase y Leslie Uggams, y fue Maria en un concierto benéfico de The Sound of Music en el Carnegie Hall.
¿Y qué es lo próximo? Bueno sí, venir a cantarnos al Maestranza acompañada de otros grandes artistas de los que nos ocuparemos en breve, pero antes tiene pendiente de estreno de una versión de The Threepenny Opera en Of Broadway junto a F. Murray Abraham. Uff, lo que está dando de sí la carrera de aquella chica de pueblo...  Esa vecinita de al lado que se acaba de calzar el zapato más deseado de los últimos tiempos, uno pequeño como ella, y de cristal.
¿Ya empieza a sonaros su nombre? Pues mirad como canta y se mueve en el escenario, estoy seguro de que, igual que a mí, también os atrapará con su delicioso encanto.

"It's delightful, it's delicious, it's... It's de-lovely".



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

jueves, 6 de febrero de 2014

Hits/Flops



Mademoiselle Hepburn

"A una mujer se la conoce por como ama, no por como se viste". Esta no es una de las celebérrimas frases atribuidas a Coco Chanel (que tiene más que Confucio), no. En el musical que se hizo sobre su vida, allá por 1969, es el título de un tema interpretado por un periodista cansado de la frivolidad del mundo de la moda, deseando quitar trapos y descubrir lo que hay debajo de ellos. "Viste vulgar y solo verán el vestido, viste elegante y verán a la mujer". Esta sí que es de la modista, bueno, eso dicen.

Desde finales de los años 50, el productor teatral Frederick Brisson venía acariciando la idea de hacer un gran musical sobre la vida de la famosa diseñadora (su vida daba para eso y más). Tras haber considerado otras opciones pensó en el tándem formado por el letrista Alan Jay Lerner y el músico Frederick Loewe, responsables del más exitoso show del momento, My Fair Lady. Pero al compositor no pareció interesarle demasiado tal vez por tener su mente lejos de las boutiques parisinas, mucho más atraído por los caballeros de la mesa redonda... Y ahí quedó la cosa.
Los autores estrenaron Camelot consiguiendo igualar el éxito de su obra anterior y aparcaron su colaboración por un tiempo, momento en el que Lerner retomó la propuesta de escribir una obra sobre Chanel. Con el libreto y las letras de las canciones esbozadas solo faltaba quien pusiera la música, y cuando Richard Rodgers -en quien había pensado como mejor opción- dijo que no, lo intentó con el músico y director de orquesta alemán André Previn, con quien ya había colaborado en las nuevas canciones de la película Paint your wagon (La leyenda de la ciudad sin nombre). Y así se puso en marcha un proyecto para el que ya solo faltaba lo más difícil, dar con la actriz que pusiera su nombre bajo el de la señora de la Rue Cambon.
Rosalind Russell fue la primera candidata al ser la esposa de Brisson por aquellos entonces, de hecho la función iba a ser un vehículo para reimpulsar su carrera. Pero la inoportuna artritis que le impediría subirse a un escenario ocho veces a la semana, puso el papel a disposición de una Katharine Hepburn de 62 años y una carrera en vía muerta -acababa de sufrir el fracaso de su última película "La loca de Chaillot"- que además tenía ganas de hacer un musical. La diseñadora más famosa del mundo interpretada por la mejor actriz de la historia, buenos presagios ¿no?
La Hepburn sería Coco, pero para ello se tendría que poner en manos de un vocal coach de la MGM doce horas al día, y Roger Edens -responsable de que a Judy Garland no le reventara la garganta en uno de sus conciertos- obró el milagro de enseñarla a cantar, bueno, o algo por el estilo.
Superar el intensivo training vocal de diez días fue la única condición exigida a la actriz, ya que su solvencia dramática estaba fuera de toda duda. Aunque su voz era literalmente la de un tabernero con faringitis, en realidad eso le venía de perlas al papel. Una mujer enjuta, briosa, con un temperamento del demonio, un rictus tenso como las cuerdas de una viola y una voz ronca y gastada de tanto rodar por el mundo. La Hepburn se iba a meter en los zapatos de una Coco ya madura, medio acabada pero a punto de resurgir de sus cenizas. Cualquier parecido con la realidad...
La acción se sitúa en 1953, cuando la diseñadora llevaba unos quince años retirada del negocio de la moda y decide volver a la carga en un ambiente muy distinto al que recordaba, afrontando una competencia feroz y una maltrecha situación financiera. Entrampada hasta el cuello, los críticos se ensañan con ella, la ningunean, se lo ponen aún más difícil. Pero la Chanel no hace otra cosa que crecerse ante la adversidad y de esta mujercilla endeble y huesuda renace la gigante que convirtió su firma en la más famosa del mundo metiendo sus prendas en los almacenes más potentes del momento. Saks Fifth Avenue, Bloomingdale´s, Ohrbach´s, Bergdorf Goodman... todos cayeron rendidos a sus pies.
A pesar del ingenioso libreto de Lerner, a pesar de unas canciones románticas y sarcásticas a partes iguales, a pesar de una ostentosa puesta en escena y un sofisticado vestuario supervisados por el mismísimo Cecil Beaton (hasta entonces el montaje más caro de Broadway), de las espléndidas coreografías de Michael Bennett y sobre todo a pesar de contar con un cast de primera fila (René Auberjonois, George Rose o una jovencísima Ann Reinking) liderado por un monstruo sagrado de Hollywood, el musical fue recibido con indiferencia por la crítica. Resulta irónico que lo mismo que le ocurrió a la protagonista le sucediera al show que trataba sobre su vida.
Aún así las funciones se prolongaron casi un año y el público se mataba por conseguir una butaca para ver a la Hepburn cantando -o recitando- las penas y alegrías de la "dama de la camelia".
Se pensó en transferir la producción al West End e incluso la Paramount compró los derechos para hacer una película, pero en cuanto la estrella dejó la producción, todo fue quedando en el olvido. El musical sobrevivió un par de meses más con Danielle Darrieux como Coco, pero estaba claro que el atractivo del show no residía ni en la historia, ni en las canciones ni en los fastuosos decorados o el vestuario. Estaba claro que la gente quería ver a "la fiera de mi niña", a la Amanda de "The Philadelphia Story" o a la abogada de La costilla de Adán, por mucho que digan los que vieron a la actriz francesa que superaba con creces a la titular.
Coco no fue precisamente un fracaso, pero ni de lejos llegó a acercarse a lo que se esperaba de tan ambicioso proyecto. Y como en la mayoría de los casos es triste e injusto que hoy todos recordemos títulos mucho menos brillantes mientras que algunas joyas incomprendidas se pierdan en la bruma de la indiferencia.
Desde luego eso jamás ocurrió con las dos bestias sagradas que unió este musical, inolvidables e imprescindibles cada una en lo suyo. Dos mujeres unidas por el valor, las agallas, la pasión, la elegancia y... la soledad. Siempre fuertes e independientes, pero -como dice una canción de esta hermosa partitura- never mesdames, always mademoiselles.