Guys and Dolls (rockin´the boat)
Como casi siempre, todo comenzó con una novela. O en este caso con un cuento corto del periodista Damon Runyon titulado "The Idill of Miss Sarah Brown", una simpática historieta sobre una devota catequista rescatadora de almas descarriadas que se enamora locamentede un jugador empedernido.
Publicado a comienzos de los años treinta, este relato cómico y romántico ponía en contraste la inocencia de una chica inexperta y naif con los kilómetros de un canalla redomado al que ella tendrá que enderezar. ¿Pero quién cambiará a quien?
En otro cuento del mismo autor titulado "Blood pressure" (presión sanguínea) se habla de un grupo de apostadores profesionales que están organizando una partida secreta en los bajos fondos del Nueva York de la ley seca. Lanzadores de dados, traficantes de alcohol, chicas de coro, gangsters de poca monta... estas historias estaban pidiendo música a gritos ¿no?
A finales de los cuarenta, Cy Feuer (productor de las películas Cabaret o A chorus line) y Ernest Martin se embarcaron a llevar al teatro estas obras fundiéndolas en un solo argumento. Para ello contrataron a uno de los co-autores del guión de Gone with the wind Jo Swerling. Pero tras un primer vistazo al libreto decidieron que le faltaba las dosis de picardía que el material estaba pidiendo. Finalmente le ofrecieron el trabajo al famoso actor, escritor y cómico de la radio Abe Burrows. El caústico showman salpimentó la historia con toda la gracia canalla y el humor caústico que le caracterizaba y que requería el tema. Precisamente fue Burrows quien impidió que el musical ganara un Pulitzer al estar vetado por el Comité de Actividades Antiamericanas. Parece que su cínico criticismo con el sistema lo había colocado en el punto de mira del sabueso McCarthy.
Ya solo faltaban las canciones. Después de barajar otras opciones, finalmente el encargo fue para un conocido letrista de Hollywood llamado Frank Loesser (How to succeed, The most happy fella). Muchos no apostaban por su capacidad musical, y sin embargo sorprendió a todos con uno de los más generosos repertorios de canciones en un show hasta la fecha. Guys and Dolls, I´ll know, Adelaide´s lament, Luck be a lady... y una de las baladas más románticas de la historia de Broadway, I´ve never been in love before. La combinación de ritmos trepidantes -jazz, swing, rag- y frases sarcásticas, con melodías enternecedoras y emotivos versos hace de esta partitura una de las mejores, sin duda. Un clásico.
En noviembre de 1950 y dirigido por otro polémico humorista, George S. Kaufman, se estrenó en el teatro de la Calle 46 con un estruendoso éxito de crítica y público. 1200 representaciones confirmaron la calidad de la combinación de elementos (una memorable coreografía de Michael Kidd) y un reparto en el que sobresalía la estupenda Vivian Blaine, la única de los cuatro protagonistas que se mantuvo en la traslación al cine. Ésta no se hizo esperar demasiado, era inevitable llevar esta divertida comedia a la gran pantalla. En cinemascope y a todo todo color.
En 1955 la Metro-Goldwyn produjo la versión cinematográfica dirigida por un novato hasta entonces en el cine musical, Joseph Leo Mankiewicz (Eva al desnudo, La condesa descalza, Cleopatra). La gran apuesta -en una película llena de apuestas- fue la elección del cuarteto protagonista. Salvo Frank Sinatra, que ya había demostrado solvencia suficiente en la música, y Vivian Blaine que repitió papel, dos absolutos intrusos en el género completaron el cast. Ni Marlon Brando ni Jean Simmons habían hecho cine musical, pero eran dos de las estrellas más populares -y rentables- con las que la MGM contaba en esos momentos. Tras barajar nombres como el de Gene Kelly -para el papel de Sky Masterson- y los de Marilyn Monroe o Grace Kelly para el de Sister Sarah, se decidieron por ellos tal vez al comprobar la buena química de la pereja. Chemistry? Yeah, chemistry! se decían el uno al otro en su primer encuentro, antes de cantar la hermosa I´ll know.
Añadiendo y eliminando algún que otro número musical -aunque conservando intactos los principales- y usando unos decorados coloristas y artificiales que parecían haberse escapado de entre la tramoya original, el resultado de esta adaptación fue de primera. ¿Quién no querría ver cantando -y bailando- a Brando? Sí, este fue el reclamo principal, pero no olvidemos la fama que precedía al producto, no olvidemos la inmensa popularidad de Sinatra en los cincuenta, y desde luego una trama que prometía comedia burlesca y romántica a partes iguales.
La historia de este par de crápulas a punto de ser cazados por sendas damas, se instaló permanentemente en el pódium musical y cinematográfico americano. Las distintas versiones se fueron sucediendo por todos los escenarios del país. Pero el regreso a Broadway por la puerta grande esperó más de cuarenta años. El 1992 y con un reparto de lujo que incluía a Nathan Lane y Peter Gallagher como Nathan Detroit y Sky Masterson y Faith Prince y Josie de Guzman en los papeles de Adelaide y Sarah, se estrenó un revival que permaneció más de tres años en cartel. En sucesivas revisiones (2005 en Londres o 2009 en Broadway) han intervenido estrellas como Ewan McGregor, Jane Krakowski, Patrick Swayze y hasta el medio olvidado Don Johnson que sustituyó a Douglas Hodge (La cage aux folles) cuando dejó la función en Londres en 2006.
En España se hizo una versión libre dirigida por Mario Gas en 1997. Los que la han visto cuentan que fue tan desconcertante como interesante. La trama se muda desde los alrededores de Times Square al interior de una prisión en la que los reclusos deciden montar un musical. Algo diferente ¿por qué no?
Coristas deseando colgar las plumas y caminar hacia el altar, jugadores que se resisten a hacer su última apuesta, inocentes catequistas que se emborrachan con un batido de leche -y Bacardi-, matones, traficantes y estafadores que no quieren ser redimidos, aunque saben que el juicio final se acerca. Todos cantando y bailando hasta hacer tambalearse el barco. ¡Cuidado que nos hundimos! Sit down, you´re rockin´ the boat!