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martes, 10 de febrero de 2015

Music & lyrics




Jerry Bock & Sheldon Harnick (The picture of happiness)

La pasada noche del 31 de Enero, cuando todos creíamos que el concierto ya había acabado, cuando el patio de butacas empezaba a levantarse y coger sus abrigos, Audra McDonald volvió a salir al escenario del Teatro Real respondiendo con generosidad a los gritos que no cesaban. Y nos regaló una canción que siempre estuvo en su repertorio aunque no es uno de esos "standards" que el público aplaude en cuanto empiezan los primeros acordes, When did I fall in love. Sus autores tampoco suenan demasiado a la audiencia, aunque ella anunció el último tema de la noche reverenciando a estos dos maestros del musical americano y contando de primera mano como el mismo Stephen Sondheim deseó haber firmado él mismo esta balada.  
Pues bien, para quien no los conozca hoy os presento al compositor Jerry Bock y a su letrista Sheldon Harnick, padres de algunas de las más bellas músicas y letras que jamás sonaron en un escenario.

Jerrold Lewis Bock (más tarde conocido como Jerry Bock) se curtió en composiciones para shows de televisión, canciones divertidas para "enterteiners" de los años 50. Sid Caesar, Imogene Coca o Mel Torme ficharon para sus programas a esta chico de New Haven recién llegado a la gran ciudad con ganas de comerse el mundo y la cabeza llena de notas deseando salir.
Y en eso que se estaba montando un show de Broadway a mayor gloria de un emergente Sammy Davis Jr. llamado Mr. Wonderful (1956), para el que sus productores decidieron contar con él y así brindarle la oportunidad de escribir su primer score completo para un musical. Aunque su nombre aparecía aún en letras muy pequeñas bajo el del protagonista y los demás actores, a los críticos no les pasó desapercibido el responsable de un repertorio de temas enérgicos y optimistas a la medida de la estrella, de entre los que destaca Too close for comfort, el primero de una generosa lista de clásicos que aún quedaban por venir.    
El siguiente encargo para componer un nuevo musical, The Body Beautiful (1958) cruzó su camino con el del que sería su colaborador en las letras de sus mayores éxitos, su definitiva "media naranja " artística, un muchacho de Chicago de nombre Sheldon Harnick. Aunque ambos habían demostrado solvencia en la creación de música y versos, ya desde su primera colaboración -que fue un absoluto fiasco, por cierto- repartieron los papeles asumiendo sin problemas las funciones de músico y letrista de todos los shows que crearon juntos.
El ambiente teatral del Broadway de los cincuenta estaba plagado de judíos en la producción, dirección o interpretación de obras, y muy especialmente en lo que se refiere a composición, pero se puede decir que esta pareja de autores llegaron a convertirse ir en el summum de la marca hebrea del showbusiness. No en vano crearon el musical más judío de todos cuantos hubo o habrá, pero eso aún tardaría en llegar.
El fracaso de su "primera criatura" no les restó ni un ápice del entusiasmo que les caracterizó y pronto estaban inmersos en su segundo trabajo juntos, un atrevido y original proyecto sobre el controvertido alcalde de Nueva York Fiorello La Guardia con libreto de George Abbot (Pal Joey, On the Town, Damn Yankees...). Se puede decir que Fiorello! consiguió crear la impronta de lo que sería el resto de su carrera en común, letras y músicas vivas, audaces y empastadas como muy pocos han llegado a hacer, ni siquiera en los casos en los que el escritor y el músico son la misma persona.
Por fin un éxito incontestable, cerca de 800 representaciones, cuatro Tonys y uno de los ocho Pulitzer concedidos a un musical de Broadway.
Con tal impulso se pusieron manos a la obra con la adaptación de la novela de Samuel Hopkins Adams Tenderloin, una historia llena de ironía y comicidad sobre la moralidad y el vicio en el viejo Nueva York de finales del XIX. A pesar de que esta función tampoco llego a cautivar ni a críticos ni a público (no alcanzó ni un año en cartel), hoy se considera una exquisita pieza de culto del teatro musical, especialmente tras la grabación del Encores del año 2000.  Little old New York, Good Clean Fun o The Picture of Happiness son algunas de las joyas que adornan esta injustamente tratada pieza.
She loves me (1963) fue su siguiente éxito tras otra decepción sufrida con Man in the moon el mismo año. La versión teatral de la famosa película The shop around the corner (con James Stewart, actualizada a la medida de Tom Hanks y Meg Ryan en Tienes un e-mail), fue uno de los acontecimientos musicales de ese año, y uno de los mayores éxitos de la carrera de su protagonista Barbara Cook. Aun así no se puede decir que se le haya hecho justicia a este show hasta sus posteriores reposiciones, especialmente las que tuvieron lugar en Broadway y Londres a principios de los años noventa. Un repertorio delicioso sin llegar a resultar empalagoso, con algunos auténticos "showstoppers" como Tonight at eight, Will he like me? (que se apresuró a grabar una principiante Barbra Streisand) o el que da título a la obra, She loves me. Canciones plenas y exultantes, descriptivas y dramáticas como solo ellos y unos pocos más sabían hacer.
Pero cuando el público y la crítica declararon por fin su amor incondicional a estos autores fue tras el estreno de su siguiente trabajo, uno de los "top ten" del género, Fiddler on the roof. No vamos a extendernos sobre este hito del teatro musical (ni sobre los premios que logró, ni las cientos de reposiciones que se han hecho en todo el mundo, ni sobre el éxito de su adaptación cinematográfica), por no alargarnos demasiado y porque ya le dedicamos una entrada anterior. Solo con mencionar el primer solo que canta su protagonista, If I were a rich man, tenemos suficiente. Tal vez no se haya escrito una canción que describa mejor el carácter y las circunstancias de un personaje como ésta. Solo con enumerar los deseos de Tevye, los sueños de este pobre lechero cargado de hijas casaderas, debatiéndose entre el progreso de los tiempos y la tradición de su credo... solo con esa afortunada frase en la que le dice a su dios que no es una vergüenza ser pobre, aunque tampoco es precisamente un gran honor... no necesitas saber mucho más sobre este hombre.
La habilidad con la que Bock enreda las notas tradicionales hebreas con el toque del Broadway más genuino, o la algebraica agudeza de las palabras que trenza Harnick con dichas melodías hacen de esta obra algo único. Y no voy a ser yo quien venga hoy a descubrirlo. Matchmaker, To life!, Sunrise Sunset, Do you love me?, Anatevka... Dejad de leer ya y poneros el disco, pero escuchadlo con atención, como quien saborea un vino moviéndolo mucho por el paladar.
Considerado el musical definitivo por todos los expertos -es decir, el que aúna a la perfección una buena trama y unas excelentes canciones, así como unos números de baile integrados milimétricamente en la acción-, El Violinista en el Tejado (como lo llamamos aquí), no fue la última colaboración de los autores, pero sí el último gran éxito que les acompañó el resto de sus vidas. A éste les siguieron otros de distinta acogida como son The Apple Tree (repuesto hace poco por Kristin Chenoweeth), The Rothschilds y alguna que otra colaboración en shows escritos por varios autores (The mad woman of Central Park West, Her first roman, Baker Street).
Su trabajo juntos acabó a finales de los años setenta, dedicándose cada uno por su lado a la composición de bandas sonoras para cine o televisión o canciones para otros artistas. Jerry Bock murió en 2010 con 81 años, y su amigo y compañero Sheldon Harnick le sobrevive con la gracia y la lucidez que siempre le caracterizó cumplidos ya los 90. Precisamente con motivo de su cumpleaños -y del 50 aniversario del estreno del violinista- ha concedido su última entrevista en la que tiene la generosidad de explicarnos algunas de las claves de su trabajo, el día a día de la creación de las letras para las músicas de otro, la complicidad telepática con su colega y compañero al que no deja de echar de menos.
Ambos vivirán siempre cerca de los que amamos este género, de todos los que nos emocionamos con sus canciones, pequeñas grandes historias con planteamiento, nudo y desenlace que consiguen conmovernos y darnos felicidad durante los tres minutos escasos que duran, al fin y al cabo toda una eternidad.                      
 















jueves, 5 de febrero de 2015

Hits/Flops




Pipe Dream (Sueños de perdedor)

Los paisanos de Cannery Row, Monterrey (California) no tenían mucho que esperar de la vida. Conserveras de sardinas, un burdel, el bar con sus dos borrachos de guardia... Pobres vidas quietas, ancladas en el puerto que les confina a una existencia en la que nada se mueve, excepto las olas del mar. Muchos sueñan con cruzar ese océano, pero se les pasa pronto y vuelven a casa tras beberse un par de cervezas.
Doc no es de allí, solo se ha instalado una temporada por su trabajo como investigador marino. Hazel y Mac sí, y están orgullosos de ser amigos del "único hombre inteligente" de la comunidad. Suzy es otra forastera, una vagabunda cansada de peregrinar por toda la costa en busca del golpe de suerte que la aparte de la calle de una vez por todas. Fauna es la dueña del Bear Flag Café, la "mejor casa" del pueblo, una Madame de buen corazón e ínfulas de grandeza cada vez más menguadas por el hastío de la vulgaridad que la rodea.
Sobre estos pobres diablos en vía muerta trata la novela escrita por John Steinbeck en 1954 Sweet Thursday. Un título que según el propio autor hace referencia al día que hay entre un "pésimo miércoles" y un "viernes esperanzado".  Un relato corto que apareció como secuela de otro titulado Cannery Row, el escenario de las aventuras y desventuras del biólogo marino enamorado de una fulana de poca monta, un texto que el propio Steinbeck escribió con la ilusión de que fuera convertido en musical, que es lo que por aquellos entonces hacía que algunas obras literarias se convirtieran en best sellers de la noche a la mañana.
Y en eso que el productor Cy Feuer (Cabaret, A Chorus Line) y su colaborador Ernie Martin andaban buscando material para un nuevo proyecto para el que querían fichar al compositor Frank Loesser (Guys and Dolls). Al no estar disponible decidieron ofrecerle el material a los más que reputados Rodgers y Hammerstein, a sabiendas de que dirían que no. Era fácil pensar que el equipo más célebre del Broadway de los años 50 apuntara a propuestas más grandes que ésta.
Pero para su sorpresa, y no sin reticencias -el hecho de que la protagonista fuera una prostituta, entre otras- acabaron aceptando el encargo y se pusieron manos a la obra en 1955. Componer las melodías de esta agridulce historia no fue un problema para Richard Rodgers, acostumbrado a poner música a historias y personajes grandes y pequeños, sin embargo Oscar Hammerstein, encargado de montar el libreto y las letras, no dejaba de sentirse incómodo con los matices oscuros de la fuente original. Hasta el momento sus heroínas fueron tan íntegras y castas como la Laurie de Oklahoma!, la Julie de Carousel, la Nellie de South Pacific o la Anna de The King and I. Damas que representaban la virtud y la voluntad abanderada por la cultura de masas norteamericana. Mujeres con agallas pero con principios, hermosas y fuertes al mismo tiempo. Y de repente aparece esta Suzy desmontando la imagen a la que todos estaban habituados, una chica frágil y pusilánime, perdida de la manos de dios, aunque finalmente redimida por la gracia de éste mismo.
No sabemos si precisamente por querer dulcificar los detalles escabrosos del relato, por tratar de descafeinar un argumento en el que abundaban las chicas fáciles y los proxenetas o por no querer llamar a las cosas por su nombre, pero lo cierto es que la adaptación nunca llegó a cuajar del todo. Y desde luego ni la crítica ni la audiencia, antes entregados ciegamente a sus autores, llegaron a arropar este producto con su bendición.
La séptima colaboración del más exitoso equipo de la historia de Broadway fue un absoluto fracaso. El primero de su trayectoria juntos (ni Allegro ni Me and Juliet fueron tan maltratados) y algo que pasaría factura a su relación personal y profesional. A pesar de que aún estaba por llegar uno de sus mayores hits, The Sound of Music, ya nunca volvieron a gozar de su antigua complicidad.
Aún considerando que el público deseaba ver cualquier función firmada por el famoso tándem, las frías y hasta hirientes críticas lo fueron alejando de la taquilla, sin poder llegar a permanecer ni un año en cartel, hecho insólito en su carrera juntos. Comentarios como que Rodgers y Hammerstein eran demasiado pulcros, demasiado caballeros para lidiar con asuntos de burdeles y prostitutas, o que las melodías y las letras sonaban en una clave distinta a la del material original, mucho más mundano y vulgar... llenaban las páginas de espectáculos del Variety o el New York Times. El empresario Billy Rose, abundando en el carácter "light" del resultado final, afirmó que Oscar Hammerstein no podía escribir sobre una casa de putas sencillamente ¡porque nunca había estado en ninguna!
Así es Broadway, no hay oropeles suficientes para erigir el pedestal del éxito ni agujero más hondo para enterrar la reputación del más pintado.
Afortunadamente existe una productora que se encarga de rescatar obras olvidadas o nunca repuestas como ésta, los famosos Encores! del New York City Center. Cada año graban magníficas producciones en concierto como este Pipe Dream que se estrenó en 2012 con un cast de lujo que incluía a Will Chase (Smash) como Doc, Laura Osnes (Cinderella) como Suzy, Leslie Uggams (Hallelujah Baby) y Tom Wopat (Annie get your gun) en el papel de Mac.
Y yo estoy enamorado de esta versión, tengo que confesarlo. La música -es cierto, tal vez más dulce de lo que cabría esperar- y las letras son de una ternura y un romanticismo que conmueven, al menos al que escribe. Y es que se trata de la marca R&H, ¡qué demonios! Y el peor producto salido de sus mentes resulta indiscutiblemente superior a muchos de los que hoy ocupan teatros en Londres o Nueva York durante años.
Hoy estamos del lado de los perdedores, los que malvivían en la aldea de pescadores de Cannery Row y los padres por excelencia del musical americano en sus horas más bajas. Todos soñaron con la fama y la gloria, y muchos la llegaron a tocar por un instante al menos, seguro. ¿No es eso lo que significa Pipe Dream? Algo así como sueño imposible, una quimera inalcanzable, un perro que ladra a la luna o un niño que quiere volar. Y los sueños, ya se sabe, grandes o pequeños, sueños son.