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jueves, 22 de diciembre de 2011

Standing ovation



Oliver! (where is love?)

Una de las cosas buenas que siempre ha tenido la navidad -al menos para quien escribe- las ha proporcionado la literatura y el cine. Tal vez la mezcla del turrón, los polvorones, el anís y el almíbar de los cuentos, películas y villancicos hayan llegado a empacharnos muchas veces. Pero renegar de ellos es un poco como renegar de nosotros mismos, de nuestro pasado y de una tradición que puede resultar impuesta, pero que está intensamente ligada a los recuerdos y a los seres más queridos. Al fin y al cabo, ¿no estamos siempre buscando donde está -o donde estaba- el amor?
Igual que en la cuaresma no fallaban Los Diez Mandamientos, antes de las vacaciones de invierno nadie nos libraba de tragarnos Oliver! en el colegio. Y gracias a eso tuve la suerte de ver muchas veces esta película en pantalla grande, como hay que verla. Si alguien me hubiera dicho entonces que llegaría a ver la obra original en la que está basada, en la misma ciudad en la que se desarrolla y en el mismo barrio en el que sucede la mayor parte de la acción... de verdad no le hubiera creído.
Si My Fair Lady es una prolongación de Covent Garden, Oliver! es como un trozo de la City. Sí, Londres no es un lugar, es el mundo que inventaron los autores de Peter Pan o Mary Poppins para embaucarnos a todos los que tenemos flojo el músculo de la fantasía.
Londres, 1838, primera edición de Oliver Twist, segunda novela de Charles John Huffman Dickens subtitulada The Parish Boy´s Progress, emulando las series ilustradas del pintor Hogarth (A Rake´s Progress) en las que se reflejaba una Inglaterra en el umbral del mundo contemporáneo pero con toda la rémora de un oscuro pasado. La Revolución Industrial estaba cambiando la fisonomía de una ciudad única, llenando sus calles de sucios obreros, tenderos, lavanderas, libreros, prostitutas, ratas y rateros. Y ollín, mucho ollín, el de las miles de chimeneas que daban un poco de calor para combatir el frío de la pobreza y la injusticia.
¿Una novela picaresca? tal vez lejos de su contexto, pero nos cuenta algo muy similar. Un niño que vaga por un mundo hostil buscando algo que comer y alguien que le quiera. Un pobre chaval que se atreve a pedir a la vida un poco más. Please sir, I want some more.
Los pícaros le esperan en la gran ciudad. Artful Dodger, el colega. Fagin, el protector. Nancy, el amor, Y Bill Sakes, el asesino. En esta insólita aventura lo único que, desgraciadamente, no nos podemos creer es el final. En aquellos tiempos el que nacía pobre, moría pobre. Y el que había sido abandonado, difícilmente sería reencontrado y menos por el propietario de un soleado balcón frente a Regent´s Park.
La popularidad de este libro aumentó sobremanera cuando en el año 1960 se estrenó un musical basado en la novela. Antes ya había sido llevada al cine por David Lean (1948) en una espléndida película en blanco y negro. Pero la llegada a los escenarios redescubrió definitivamente este clásico de la literatura.
Lionel Bart compuso la música y las letras de la que es posiblemente una de las mejores partituras de un musical. Este autor londinense que había escrito temas para cantantes de moda (Cliff Richard o Tommy Steele) y para algunas películas (From Russia with Love), jamás llegó a conocer un éxito en su carrera como el de Oliver! De hecho, sus otros musicales son títulos que, a pesar de ser de gran calidad, fueron completamente olvidados (Blitz, Maggie May o La Strada, sobre la película de Fellini). Debe ser duro lograr un triunfo de tal dimensión a los treinta años y no poder igualarlo nunca más.
La película que todos conocemos no solo mantuvo sino que superó con creces la aceptación del musical. En 1968 Carol Reed dirigió una de las más espectaculares versiones teatrales de la historia del cine. Los decorados, la puesta en escena, la fotografía, coreografía y, naturalmente, el acertadísimo reparto, hicieron de esta cinta el clásico que hoy es. Resulta difícil imaginar otro Fagin que no sea Ron Moody (que ya hizo el personaje en el musical) o un villano Bill Sakes distinto a Oliver Reed. Pero desde luego cuesta pensar en un Oliver sin el inocente y angelical rostro de Mark Lester. Al igual que la del autor de la música, la carrera del protagonista tampoco remontó después de este hito. Ambos fueron condenados a vivir de Oliver para siempre.
Desde pequeño, Cameron Mackintosh quedó atrapado por la historia (y la música) que envolvía a este personaje. Y no paró hasta producir el montaje más extravagante y más espectacular de cuantos se han hecho. En 2009 se reestrenó el que para muchos es el Oliver definitivo, una cuidada versión para la que se eligió un teatro que no podía ser más apropiado. El Theatre Royal, Drury Lane, un viejo y aparatoso edificio de ladrillo visto en el mismo corazón de Covent Garden. Uno no sabía si tenía que agarrar su cartera al salir de allí, o si acabaría en una persecución nocturna entre las nieblas del London Bridge. Por momentos así merece la pena pagar una entrada en libras esterlinas. Pero en realidad no hace falta gastar tanto dinero para dejarse llevar por este maravilloso cuento dickensiano.
Es diciembre, 1972. Estamos en el cine de los Salesianos, o en la salita de casa con toda la familia reunida alrededor de una bandeja de pestiños (y oliendo mucho a la alhucema del brasero de cisco), comienza la película que una vez más nos llevará a un Londres donde de nuevo nos perderemos vagando por sus oscuras y frías calles. Pero no tenemos miedo porque ya sabemos que al final los buenos volverán a ganar, la avaricia y la crueldad tendrán su justo merecido, y el amor -que ya averiguamos donde estaba- triunfará una vez más.
Pónganse cómodos, dejen volar la imaginación y...consider yourself at home!











jueves, 15 de diciembre de 2011

Broadway baby




Annie (little girls!)

Lo siento pero mientras dure diciembre, es lo que hay. Musicales familiares, dulces, bienintencionados, inocentes, optimistas... musicales por y para niños. Para los que lo son y para los que lo seguimos siendo.
Con esta nueva sección se completa el ciclo que comenzamos en septiembre. Broadway baby es un tema clásico del musical Follies de Stephen Sondheim (alguien no lo sabía?). Una canción que suele interpretar con mucha guasa una viejísima gloria, tan vieja como para no importarle nada reírse de sí misma ante el respetable público. Trata de alguien que llega a la gran ciudad con ganas de comerse el mundo, de ver su nombre brillando en las marquesinas, de triunfar en el show business a cualquier precio. También habla de alguien que está a punto de perder la inocencia en la jungla de asfalto...
La inocencia de los niños es un auténtico mito. El teatro musical es prueba de ello. Oliver, Cosette, Billy Elliot... son verdaderos héroes capaces de sobrevivir a las más penosas circunstancias. Aparentemente indefensos, los protagonistas de estas historias se nos acaban revelando astutos y valientes. Lo mismo sucede en los cuentos de toda la vida. Hansell y Grettel, Pulgarcito, Alicia... representan el bien triunfando en la lucha contra el mal, el fuerte contra ¿el débil?
La tira cómica "Annie la huerfanita" se publicó allá por los años veinte. Su autor, Harold Gray, nunca podría haber imaginado la popularidad que alcanzaría este personaje que vio la luz en las páginas del New York Daily News. La idea de la pobre niña abandonada en un orfanato la sacó de un poema de James Whitcomb Riley que a su vez se inspiró en una historia real, la de Mary Alice Smith. "Allie" era el apelativo cariñoso de esta niña sin padres recogida en el hogar del propio autor, una niña castigada por su mal comportamiento que debía servir de lección y ejemplo para todas las demás. Cosas que pasan, por un simple fallo de impresión, el poema se publicó con el título de "Little Orphan Annie" y así, por pura casualidad, nació uno de los nombres que más han brillado en los luminosos de la gran ciudad.
En el año 1976, el Goodspeed Opera House de Connecticut puso en marcha un musical que, basándose en dicho cómic, desarrolla la historia de la protagonista aliñándola con una serie de personajes y situaciones nuevas salidas del libreto escrito por Thomas Meehan (The Producers, Hairspray...). Los responsables de las canciones fueron Martin Charnin -en las letras- y Charles Strouse (Bye Bye Birdie, Applause, Rags...) que compuso las inolvidables melodías de este clásico. Tomorrow, Maybe, Easy Street... se convirtieron inmediatamente en hits que llegaron a trascender la propia fama del musical.
La historia se sitúa en 1933 en un Nueva York en plena depresión con las calles llenas de mendigos y maleantes. El orfanato regentado por Mrs.Hannigan es el escenario en que aparecen las hospicianas desaliñadas y hartas de trabajar a todas horas. It´s a hard knock life (una vida tan dura!) nos presenta a estas pobres víctimas de la sociedad que no por ello pierden la alegría y la esperanza en un futuro mejor (maybe). Es invierno, cae la nieve y la soledad.
Pero como suele ocurrir, la suerte llama a la puerta cuando el millonario (billonario!) Oliver Warbucks decide "sentar una huerfanita a su mesa" en navidad. Así comienza la aventura y así se desata la codicia de unos pobres diablos que quieren hacerse ricos por la vía rápida, la "calle fácil", a costa de una pobre niña desvalida. Pero no tanto, va acompañada de un perro vagabundo que encontró en la calle, abandonado como ella. Sandy, como le bautizó, se convertira en otra estrella de esta función.
Como casi siempre, los malvados se quedan con los papeles más interesantes y jugosos en la ficción. Cruella, Elphaba, Mrs. Lovett... y casi siempre se suelen llevar los mejores temas de los musicales. Aquí hay una mala de las clásicas, la solterona, borracha, ambiciosa y amargada (de solo ver "little girls" a su alrededor) señora Hannigan. Esta joya de personaje fue a parar a las manos de una gran dama del teatro, Dorothy Loudon, que se hizo dueña de un clásico de Broadway que muchas han emulado (Carol Burnett y Kathy Bates, entre otras). Un montaje grandioso, coreografías espectaculares, canciones pegadizas (y pegajosas) actores y cantantes de primera... todos los ingredientes necesarios para convertir este proyecto en un rotundo éxito. Pero se nos olvida lo más importante, Annie. ¿A qué niña de no más de once años iban a  darle toda esa responsabilidad? El casting fue poco menos que el de Scarlett O´Hara, pero finalmente se eligió a Kristen Vigard, una niña prodigio que ya había aparecido en pequeños papeles en teatro y cine. Aunque con un registro espectacular y una apariencia angelical, ¿resultaría demasiado dulce? ¿demasiado dócil? ¿demasiado frágil?  Durante los ensayos al director le llamó la atención una de las huérfanas con una estupenda voz pero algo más de carácter y personalidad. Para eso están las previews ¿no? La pobre Kristen tuvo que retroceder hacia el coro y Andrea McArdle se convirtió en una gran estrella. La más joven en ser nominada a un Tony a mejor actriz protagonista. Pero claro, las malas son las malas, y el premio fue a parar a manos de su "carcelera" Mrs. Loudon/Hannigan.
La McArdle debió sentir algo parecido a lo que sintió la desamparada Annie cuando el magnate Warbucks se fijó en ella. Los sueños hechos realidad en un abrir y cerrar de ojos. ¿A ver si va a ser verdad eso de que pase lo que pase el sol brillará mañana?
     









jueves, 1 de diciembre de 2011

Music & lyrics


Rodgers and Hammerstein (Something wonderful)

Los caminos de Richard y Oscar se cruzaron a principios de los años 40, en el momento exacto en que el teatro y el cine más lo estaban necesitando. Ni en Hollywood ni en Broadway las cosas habrían sido lo mismo sin la presencia de estos dos genios de la composición. Some enchanted evening, If I loved you, My favorite things, Oh what a beautiful morning, You´ll never walk alone, Something wonderful... pensar en las canciones que escribieron juntos es pensar en la memoria sentimental de América y de una gran parte del resto del mundo. Es la música y la letra de nuestros recuerdos, de nuestros sueños.
Mucho antes de ese afortunado encuentro, las carreras de esos dos prolíficos autores ya tenían vida propia y éxitos propios. Oscar Hammerstein II (1895-1960) puso la letra a uno de los musicales más emblemáticos de la historia, Show Boat. Para muchos el primer musical, en orden y también en importancia. Con música de Jerome Kern, esta monumental epopeya americana abrió una senda en la que el elemento dramático quedaría para siempre subrayado por canciones integradas de lleno en la acción. Esto que hoy es habitual, entonces supuso una novedad, cuando aún las canciones actuaban como meros interludios entre las situaciones cómicas o dramáticas de los espectáculos. Esa fue la marca del maestro, empastar como nadie hasta entonces los diálogos, el contexto, el estado de ánimo de los personajes y su carácter, con las letras de los temas que siempre harían avanzar la acción, nunca detenerla.
Richard Charles Rodgers (1902-1979) por su parte ya llevaba años componiendo standards imprescindibles con su amigo del alma y colega de universidad Lorenz Hart. Larry y Richard, o lo que es lo mismo, letra y música. La marca Rodgers and Hart creó obras maestras del género como On your toes, Babes in arms o Pal Joey, entre muchas más. Y si hablamos de las baladas que salieron de esta factoría... Blue moon, My funny Valentine, Manhattan, My romance, Bewitched, Isn´t it romantic?
Cuando Larry Hart murió en 1943 -tras años de luchar con la depresión y el alcoholismo- este perfecto tándem se rompió para siempre y la música se quedó si letra. Nada que decir.
Y entonces se obró el milagro. Algo que no suele ocurrir casi nunca, sucedió dos veces en la vida de la misma persona. Ese mismo año comenzó a colaborar con el sobrino de un afamado compositor con el que compartía el nombre -y propietario del Manhattan Opera House, todo un personaje en el mundo del show business- y produjeron el primero de una larga lista de éxitos juntos. Oklahoma! es otro hito en la historia del teatro. Si Show Boat logró integrar la música en la narración, este musical no solo consiguió hacerlo con las canciones, sino también con el baile. Todo lo que sucede sobre las tablas, toda la expresión vocal, gestual y física de los actores con un solo propósito: contar una historia. Él magnífico trabajo de Agnes De Mille con la coreografía ayudó al triunfo de esta pieza clave en el imaginario colectivo estadounidense. Oklahoma! es más que un musical, es un himno, un canto de amor a la patria en el que la tradición y el folclore se incorporan por derecho al mundo del espectáculo. El cinemascope estaba de estreno y Fred Zinnemann la llevó a la pantalla en los años cincuenta, justo en el momento en que el cine musical estaba necesitando un nuevo impulso comercial.
Sus siguientes éxitos juntos también se convirtieron en famosísimas películas. Carousel, The King and I, South Pacific y The Sound of Music se encuentran entre las obras más representadas en la historia del teatro y las películas más vistas y aplaudidas jamás.
No importa que el tema fuera tan escabroso como la violencia machista, tan grandilocuente como la monarquía siamesa, tan controvertido como la II Guerra Mundial o tan cursi como una novicia cantando por valles y prados, no había trama que se resistiera al talento de esta pareja. Hay pocas obras en las que las melodías y las palabras estén tan aferradas entre sí, y al mismo tiempo tan fundidas al libreto. Una de sus canciones más populares "Do, Re, Mi" lo explica por sí misma. Las notas del pentagrama no son nada si no se unen a una idea. Así las palabras son el alma de la música y viceversa.  "When you know the notes to sing, you can sing most anything..."
Tras un rosario de éxitos encadenados (aunque también hubo algún que otro patinazo como Allegro, Me and Juliet o Pipe Dream...) y todos los premios imaginables -incluido el Pulitzer- Richard Rodgers volvió a quedarse solo cuando en 1960 su compañero se marchó para siempre. Una única obra escrita en los diecinueve años que le sobrevivió -No Strings- y aunque en realidad es una delicia, ni de lejos logró la aceptación que tuvieron sus anteriores trabajos. ¿Por qué? La creatividad también se desgasta y la edad no perdona... pero tal vez las notas que se deslizaban por la partitura del autor también se habían quedado huérfanas. Igual que todos a los que sus melodías nos hicieron soñar alguna vez, los que solo podemos recordar "algunas de nuestras cosas favoritas" con el sonido de esa maravillosa música.



 







jueves, 17 de noviembre de 2011

That´s dancing!

File:Ann Reinking by Jack Mitchell.jpg


Ann Reinking (raisin the roof)

Desde que Cyd Charisse colara el bombín de Gene Kelly en la punta de su zapato, nunca hubo piernas más infinitas en el mundo del showbiz. No sólo sus piernas, sus brazos, sus manos, su pelvis próxima al descoyunte... siempre hasta el límite. Cuando Annie se pone a bailar corta en dos el aire con su cuerpo, también tu respiración.
Esta esbelta amazona nacida en Seattle -de belleza altiva y ojos marinos-siempre quiso ser bailarina, y llegó a ser mucho más que eso. Su formación en ballet clásico es evidente en sus elegantes movimientos, de hecho hizo intentos de conducir su carrera hacia esta modalidad antes de que esa larguísima diagonal se cruzara en su camino. En Broadway empezó como "chorus girl" en distintas producciones sesenteras. Coco (el biopic sobre Chanel protagonizado por Katharine Hepburn) le dio la oportunidad de exhibir su estilazo como modelo de altísima costura. Su estructura ósea y su aire distinguido pedían a gritos una bajada por la famosa escalera de la Rue Cambon.
Pero fue en Pippin (una versión muy hippy de la historia de Carlomagno y su hijo Pipino, mira hasta dónde puede llegar el musical...) cuando se dio la confluencia de tres astros sin los que la historia del show business nunca habría sido la misma. Bob Fosse y Ven Vereen, director y protagonista del show, unieron sus vidas a la de esta chica del coro que muy pronto dejó de serlo. No sabemos exactamente cuando se enamoró el genio de su musa (su musa post Gwen Verdon), pero podemos aventurarnos a pensar que fue en el preciso instante en que la vio bailar. Se enredaron en una relación sentimental que dio mucho de sí. Dancin´ es muestra de ello, una "revue" musical montada a mayor gloria del tándem Fosse/Reinking. Corría el año 78 cuando se estrenó este catálogo vivo de coreografías del maestro. El mismo en que la joven bailarina de Seattle se convirtió en estrella.
Al año siguiente llegó el cine. Y no hubo una puerta más grande por la que entrar que el testamento apresurado que Fosse firmó -y filmó- con All That Jazz. Lejanamente inspirada en Fellini ocho y medio, esta obra maestra excesiva y decadente le dio la oportunidad de medirse como bailarina, cantante y también como excelente actriz. Roy Scheider era el "alter ego" del director, y ella hizo algo así como su propio personaje, la amante cansada de esperar a que el genio le regalara un poco de su tiempo entre ensayo y ensayo, entre cama y cama. A pesar de la grandiosidad -y de lo aparatoso- de esta película, cuando Annie aparece en pantalla no puedes quitar los ojos de ella. Es demasiado fuerte...y demasiado sexy.
Más papeles en teatro, sustituta de Gwen Verdon -además de en la alcoba- en Sweet Charity y en Chicago, en la que hizo una Roxie Hart de antología. Pero su pasión por la danza y el espectáculo le pedía más, y el reto siguiente fue convertirse en coreógrafa, estar delante y detrás de los focos al mismo tiempo.
Durante los años ochenta simultaneó la actuación con la dirección en distintos shows, hasta que ya en los 90 se enroló en su proyecto más ambicioso -y exitoso- que fue montar la coreografía del esperadísimo revival de Chicago. Una coreografía "al estilo de Bob Fosse",como figuraba en la publicidad, pero nueva, al igual que el concepto en general del musical, más sofisticado ahora y menos grotesco que en la producción original. Captar el swing de Fosse, esos movimientos sinuosos, provocativos, insinuantes... bailar con los párpados, con las cejas, con el meñique y expresar con partes del cuerpo que nadie soñó que pudiesen expresar algo. Eso es lo que logró Reinking, aparte del éxito del que nunca llegó a disfrutar el montaje inicial.
Y como no tenían una mejor Roxie a mano -Velma Kelly era para Bebe Neuwirth- el productor le pidió que la interpretara ella misma, eso sí, de un modo diferente a como lo hiciera veinte años antes. Y de todo el rosario de actrices que se han metido en los zapatos de la célebre asesina desde el año 95, nadie ha sabido captar mejor el punto canalla del personaje. Su físico aún impecable y su personalísima voz -voz de mil resacas, de vicio, de mucha y mala vida- habían sido diseñados para bordar este papel. The name on everybody´s lips is gonna be...Annie!
To raise the roof es una expresión que significa algo asi como llegar hasta el techo. ¿Con qué? con los brazos, las manos o todo el cuerpo. Así se llama un paso de baile que tal vez no inventó ella, pero que sí hizo famoso. Es la perfecta manifestación de la alegría, el júbilo o la excitación. Es como llegar a volar por los aires. Y eso es exactamente lo que sientes cuando la ves bailando en el escenario.  









jueves, 3 de noviembre de 2011

Qué fue primero?





When you´re an Addams

Si eres un Addams te gustará vivir en las tinieblas, preferirás las espinas a las rosas, las cucarachas al caviar, vivirás para morir, morirás por ver morir, te pincharás para ver tu sangre y querrás más, mucho más...
Si eres un Addams serás...diferente.
Se supone que estamos en noviembre ¿no? El mes de los muertos, y sí, hay musicales que tratan sobre los muertos, o sobre los espíritus. Por ejemplo The Dead, un extraña obra sobre la novela de James Joyce y la película de John Huston, o Road Show, sobre almas que vagan por el purgatorio muy bien acompañadas de la música de Sondheim. Jekyll and Hyde, The Witches of Eastwick, Sweeney Todd... No siempre un musical abre con un prado florido y una novicia dando vueltas cantando sin parar, no, a veces en el teatro se pasa miedo.
Pero también son muchas las obras que se ríen del miedo, o con él. Young Frankenstein sin ir más lejos, al que Mel Brooks pone a bailar claqué vestido con un enorme tuxedo y unas alzas monstruosas -nunca mejor dicho- Little Shop of Horrors, The Rocky Horror Picture Show etc. Pero la estrella indiscutible del Halloween en Nueva York continúa siendo Wicked, una fábula sobre brujas maléficas y magos de mentirijilla de la que ya nos ocupamos hace meses.
Quien crea que este musical viene de una idea original, o ha nacido hace muy poco o vive en una isla desierta, porque estamos hablando de un auténtico bucle de adaptaciones y readaptaciones de medios diferentes desde los años treinta hasta el 2009. Charles Addams inventó los personajes (¿inspirados en su propia familia?) para la tira cómica que salió publicada por primera vez en la revista The New Yorker en el año 1937. Picasso acababa de pintar el Guernica, y España estaba en plena guerra.
Más de veinte años después, y gracias a la popularidad que habían alcanzado sus sketches, se convirtió en una de las series más populares de los años sesenta. La Familia Addams llegó a España y pasó a formar parte de la memoria catódica de los que nacimos por aquellos entonces. Yo recuerdo ver a los mayores riéndose, mientras yo no sabía si ponerme a llorar. Pero la combinación de ironía, terror del clásico, comedia de la de toda la vida y las toneladas de ternura que, aunque parezca mentira, provocaban los personajes del clan, hizo de esta serie un éxito con no muchos precedentes.
En los años setenta fue una serie de dibujos animados de Hanna Barbera, y finalmente en 1993 se produjo la primera de una serie de tres películas de calidad y aceptación irregular. Anjelica Huston y el desaparecido Raúl Juliá eran la pareja protagonista, Morticia y Gómez, los Addams. Una pareja romántica a más no poder, un par de incomprendidos que no perdían el tiempo en pensar en el porqué de su incomprensión.  El famoso tango que se marcan lo dice todo sobre ellos. Podríamos discutir sobre la película, pero no sobre la química entre esta pareja de actores superlativos.
Y por fin recaló en Broadway, como suele suceder. Lo extraño es que no lo hiciera antes, por que la historia y las situaciones ponen en bandeja un montón de ocasiones idóneas para incluir numerazos musicales. Con partitura de Andrew Lippa (The Wild Party, You´re a good man Charlie Brown), esta adaptación ha estado llenando el Lunt-Fontanne Theatre -un viejo, enorme y algo siniestro teatro del viejo Broadway, por cierto- durante dos largos años, que no es poca cosa, considerando las carreras fugaces que tienen la mayoría de las nuevos proyectos. ¿Cuál ha sido el secreto de este éxito? La popularidad de una historia archiconocida, lo espectacular del montaje, las divertidas canciones y estupendas coreografias, sí, pero sobre todo ver a dos monstruos -y nunca mejor dicho una vez más- del escenario como son Nathan Lane y Bebe Neuwirth. Solo por ver a este Gómez y a esta Morticia -que de verdad parecen haber inspirado los personajes originales- merece la pena ver la función. Y los secundarios no se quedan atrás. Carolle Carmello y Terence Mann como los aterrados suegros de la adolescente Wednesday no tienen desperdicio.
Los Addams son lo que se llama una "familia disfuncional", una familia de locos e inadaptados, pero que se demuestran amor constantemente y plantan cara a la buena sociedad sin ningún tipo de complejos. Ese fue el secreto de su éxito desde que nació la saga.  En el fondo es una historia de tolerancia y comprensión, una defensa de la diferencia como valor absoluto y una declaración de derechos de la individualidad personal e intransferible. We are what we are, aunque seamos un poquito freakies...
Miento, el secreto de su éxito es que sigue haciéndonos reir en el siglo XXI igual que lo hacía en el XX. Y nos hace reirnos de lo más difícil, de la muerte.
Just around the corner...         






jueves, 27 de octubre de 2011

What´s about?



Santa Evita

Una santa, una mártir, una estrella, una bruja...una mujer.
A menudo los musicales nos ofrecen tramas inventadas o imaginadas, sacadas del argumento de una película de éxito o de la inspiración de un autor. Pero son muchas las veces en que la realidad pura y dura se cuela en las páginas de los libretos. La Historia, con mayúsculas y los que la hicieron.
Desde Jesucristo hasta Hítler, pasando por Juana de Arco, Mozart, el Che Guevara, Pipino el Breve o Carlomagno, todos han acabado pasando desde las páginas de gruesos libros y periódicos hasta las candilejas de un escenario. Y no solo los personajes, también los acontecimientos protagonizados por el ser humano. ¿Qué tienen en común Cabaret y Los Miserables? A primera vista parece que no mucho, pero ambas obras desarrollan intensas historias de personajes envueltos en la locura de su tiempo, supervivientes de unas circunstancias políticas y sociales que marcarán sus vidas para siempre. Bueno, también les une que las dos reventaron las taquillas en sus respectivos estrenos. ¿Por qué? Por la música, los espectaculares montajes... pero sobre todo por lo que cuentan. A veces la historia -y lo digo por experiencia propia- entra mucho mejor con un poco de música. 
Eva Duarte. ¿Quién le habría dicho a esa muchacha de barrio (Los Toldos, Buenos Aires) que se convertiría en la protagonista de uno de los musicales más vistos de la historia? Bueno, también le habría sorprendido saber que llegaría a primera dama de su país. Tal vez le chocaría menos lo primero, ya que más que política o mandataria, lo que siempre quiso Evita fue ser actriz. Triunfar en Hollywood. ¿Y quien no?
No vamos a contar aquí su llegada a la gran ciudad, su rápida escalada hasta el poder -recorriendo camas antes de entrar en los despachos- o cómo se convirtió en mito, en la "gran esperanza rubia" que necesitaba un pueblo estancado y sin ilusiones. Cómo manejó a los políticos y sedujo a los modistos y joyeros, como fue su fulgurante ascenso y su aparatosa caída. Se supone que los mártires deben morir jóvenes ¿no? figura en su contrato.
De lo que sí vamos a hablar es de como, allá por los años cincuenta, este personaje mediático dio título a la novela de Mary Main "Evita, the woman with the whip" (Evita, la mujer del látigo), que veinte años después inspiró a Tim Rice a escribir un libreto para un musical que comprondría su colega Andrew Lloyd Webber.
Los autores estaban a punto de meterse en la producción de una obra musical sobre Peter Pan, cuando oyeron un serial de radio que les encendió la mecha del interés por esta extraordinaria mujer. Este programa, junto con telefilm llamado "Queen of hearts" consiguió que se plantearan en serio en la idea de hacer una "ópera rock" -como ya habían hecho años antes con la historia sagrada en Jesus Christ Superstar- basada en diversas fuentes documentales, pero sobre todo en el mito que revolucionó a su país y al mundo. La "Superstar" nacida de la nada y su supersónico viaje a la posteridad.
A Rice y Webber estuvieron a punto de matarles los fanáticos peronistas, pero también recibieron duras críticas -y amenazas- de los detractores de esta amiga de los fascistas. Pero por encima de todo, la auténtica guerra la protagonizaron las actrices. Todas querían ser Evita, y bueno, muchas lo fueron (desde Elaine Paige hasta Nacha Guevara, pasando por Faye Dunaway y Madonna en el cine y Paloma San Basilio en la producción española), pero la que consiguió llevarse el gato, o mejor dicho, la fiera a casa, fue una actriz de temperamento y voz endemoniadas, una de las pocas que podía atreverse a mirar cara a cara a este personaje. Nos referimos a Patti LuPone. Una chica de veinticinco años que acababa de empezar en el mundo del espectáculo y fue asaltada por una obra que casi la vuelve literalmente loca, que cambió su vida y la convirtió en estrella, en diva. En sus memorias cuenta que aún no sabe cómo sobrevivió a este show, a sus canciones -en una tesitura imposible que casi la deja muda- y al revuelo que produjo, para el que aún no estaba preparada. Pero la función se convirtió en un éxito apabulante y los autores y los actores (también Mandy Patinkin haciendo de un imposible Che narrador de la historia) ganaron todos los Tonys del año 1980 y el tema Don´t cry for me Argentina se convirtió en la canción más popular de la historia del teatro musical. Y no es de extrañar, Evita estaba detrás de todo este éxito y jamás habría permitido que la historia de su vida hubiera pasado inadvertida. Amada y odiada, admirada y denostada -profanada y canonizada - su memoria quedó para siempre escrita con letra y música. 














jueves, 20 de octubre de 2011

Hits/Flops




Look to the rainbow

Una de las películas menos conocidas de Francis Ford Coppola, de hecho su primera película, se basa en este musical estrenado en 1947 con gran éxito. Aquí se llamó "El Valle del Arcoiris" y Fred Astaire, Petula Clark y Tommy Steele eran los protagonistas. Recuerdo que la vi siendo aún muy pequeño, y aunque no entendí del todo el argumento, me fascinó hasta el punto de soñar con vivir en un lugar lleno de magia y aventuras, un  mítico lugar donde los duendes se enamoraban de los mortales y los tesoros aparecían escondidos en bosques fantásticos. How are the things in Glocca Morra?
Cuando se levantó el telón por primera vez, hace más de sesenta años, el público tampoco entendió demasiado bien de qué iba la obra (leyendas irlandesas en los bosques de la américa profunda, hadas y sherifs bailando a ritmo de danzas folclóricas y jazz...), sin embargo sus increíbles melodías llegaron a hacerse tan populares que muy pronto alcanzaron los primeros puestos en los rankings de los discos más vendidos. Frank Sinatra fue una vez más el responsable del éxito de un musical estando a muchos kilómetros del teatro donde se representaba. Look to the rainbow, Old devil moon, Necessity... Una vez más la música logró salvar una historia que necesitaba desesperadamente de su ayuda.
Aunque la historia en sí es tan original  como divertida y romántica. A ver si la puedo explicar. Finian, un irlandés de mediana edad, huye con su hija desde su tierra natal hacia los Estados Unidos, a un pueblo llamado Rainbow Valley, en el mítico estado de Missitucky (nombre que resulta de la mezcla de Mississippi y Kentucky) con la intención de enterrar una olla de oro en un oculto y sombrío bosque. Según la leyenda, en ese remoto lugar el oro se multiplicará y crecerá haciéndole rico a él y a los habitantes de la pobre aldea axfisiada por las deudas. Sin ellos saberlo, desde que comenzó su periplo les persigue un duende llamado Og -un "leprechaun" de la mitología irlandesa- que tendrá que recuperar la mágica olla para así evitar volverse humano para siempre. La trama se complica con la presencia de un senador corrupto y clasista con intereses especulativos en el pueblo. La pobreza y la ambición, la avaricia, el racismo y finalmente, claro, el amor, nos llevarán a un apoteósico "happy ending" en el que el duende se dará cuenta -gracias a una hermosa bailarina- de que no se está tan mal siendo humano, y el pícaro Finian pondrá rumbo a nuevas aventuras dejando atrás a su hija, que se quedará en la aldea feliz junto al hombre que ama. Uno de esos finales perfectos, felices pero melancólicos al mismo tiempo.
Y entonces ¿por qué no funcionó en la última -y espléndida- reposición que se hizo en el año 2009? ¿Por qué fuimos tantos los que nos quedamos con las ganas de disfrutar de las maravillosas canciones de Burton Lane y las voces de Kate Baldwin y Chellenne Jackson?  Ya sabemos que no existe la fórmula infalible que asegure el éxito de un proyecto, y menos en los tiempos que corren, en los que ni el "word of mouth" fue capaz de salvar una función que prometía prolongarse durante años y tuvo que cerrar a escasos meses de su estreno.  A pesar de haber sido eliminada precipitadamente de la cartelera, esta colorista y espléndida producción fue nominada a un Tony al mejor revival así como a la mejor actriz de musical (Kate Baldwin, en el papel de Sharon, la hija de Finian).
Unas semanas después de cancelar la función, en el St. James Theatre comenzó la carrera de una obra diametralmente distinta, American Idiot (irónico ¿no?), un musical punk-rock del grupo Green Day que ha estado en cartel hasta hace pocos meses. Los tiempos cambian aunque los nostálgicos del musical clásico nos neguemos a aceptarlo...
¿Tendremos la oportunidad de disfrutar alguna otra vez de esta obra? ¿Quién sabe? En cualquier caso ahí está la preciosa película de Coppola para soñar con un mundo de hadas y mortales, de fantasía y realidad que se encuentra escondido en lo más profundo de nuestra imaginación, en ese bosque encantado que hay al fondo a la derecha, más allá del arcoiris.







 


jueves, 13 de octubre de 2011

TKTS



Otoño en Nueva York

De acuerdo, y en Madrid, y en Londres... Llega el otoño y comienza la estación -prometo no mencionar las hojas secas- de los estrenos a lo grande. Y este año parece que viene lluvioso. No sabremos donde acudir.
En Londres comienza a refrescar mientras en Leicester Sq. la cartelería se renueva un año más. Aún puedes comprar entradas -a mal precio- para ver Wicked, Billy Elliot, Priscilla o Chicago. Y también sigue en cartel (¿quién lo habría dicho años atrás?) el último delirio de Sir Andrew Lloyd Webber, la segunda parte de Phantom of the Opera titulada Love Never Dies. Por extraño que parezca, y por lo poco que conozco de esta obra, tiene toda la pinta de sorprender incluso más que la primera parte. Desde luego la música y los cantantes están a la altura de su precedente (adjunto documento gráfico). En el Novello Theatre, en pleno corazón del West End, están comenzando las previas del revival de un musical que para el que escribe significó mucho en su día, Crazy for you. Se trata de un refrito (de lujo, eso sí) de los más populares temas de George/Ira Gershwin hilados con un argumento basado en la obra que lanzó a la mismísima Ethel Merman, Girl Crazy. Cuando allá por el 93 tuve la suerte de verlo en el Shubert Theatre de NY, puedo afirmar sin exageraciones, que cambió mi vida. Literalmente. Who could ask for anything more?

El Rey León es el estreno fuerte de la temporada madrileña. Hacía años que estaban negociando la franquicia española de este "smash" de Disney y por fin -y tras un proceso de selección de actores interminable- está a punto de estrenarse en el Lope de Vega. Promete espectáculo. El concepto escénico de Julie Taymor -el original de Broadway adaptado a este teatro algo más pequeño- va a dejar a muchos con la boca abierta. Si además te gusta la historia y la música de Elton John, corre a por las entradas.
No creo que tengas que correr tanto para conseguir las de Shrek, el musical, otro montaje de Broadway que aterriza en Madrid. ¿Por qué? no sé, pero ¿a quién se le ocurre importar precisamente uno de los fracasos más sonados de las últimas temporadas de Nueva York? Si tenemos paciencia igual nos traen en unos años a Spiderman...  También viene la versión española de Hair, estrenada hace un año en Barcelona en medio de una absurda polémica por la ley antitabaco. Hoy escandaliza ver actores fumando en Hair. En los años setenta escandalizaba verlos en pelotas. Da que pensar ¿no? Hablando de tabaco, el musical sobre Sabina es otra de las novedades de la capital ¿habrá que verlo?

Pero vamos a lo que de verdad importa. ¡Como viene la temporada neoyorkina my god! ¿crisis? ¿what crisis?
A Follies, que se estrenó este verano, le siguen On a Clear Day You Can See Forever con Harry Connick Jr. de protagonista (papel que hizo Yves Montand en la película con Barbra Streisand) en su primer revival desde que se estrenara hace más de cuarenta años. Audra McDonald regresa a Broadway con una nueva producción del mítico Porgy and Bess de los Gershwin. Godspell se actualiza con la ayuda de Hunter Parrish (Spring Awakening), Ana Maria Pérez de Tagle (Hanna Montana) y Telly Leung (Glee). Bonnie and Clyde 
se convierte en musical con paritura de Frank Wildhorn (Jekyll and Hyde, Wonderland) y parece tener muy buena pinta.
Pero los platos fuertes de la temporada estarán servidos por auténticas estrellas de Broadway -y de Hollywood- como Patti LuPone y Mandy Patinkin que montan juntos un recital con temas de Sondheim, Richard Rogers o Tom Jobim durante un par de meses. También con una duración limitada se anuncia el regreso al musical de Hugh Jackman en un esperadísimo "one man show" titulado "Back to Broadway". Si consigues no perder el conocimiento en medio del patio de butacas del Broadhurst Theatre -y creo que sé por quien lo digo- el evento promete ser un regalo en todos los sentidos.
En fin, no lo pienses más. Vende las alhajas que te queden, empeña la plata, aprende a tocar el acordeón, mete mucho en la lotería... pero por nada del mundo te vayas a perder este otoño en Nueva York. Bueno, o en Londres o en Madrid si no hay más remedio...













jueves, 6 de octubre de 2011

Play it again



A house is not a home

Una silla seguirá siendo una silla aunque no haya nadie sentado en ella. Pero una silla no es una casa, ni una casa es un hogar hasta que no hay alguien esperando para abrazarte y darte un beso de buenas noches.
Estas palabras - que desde luego suenan mucho mejor en su lengua original- no pertenecen al autor del blog, sino a una canción escrita allá por los sesenta y tantos por dos genios de la música popular americana, Burt Bacharach y Hal David. Música y letra. Desde el aceite y el vinagre -o la ginebra y la tónica- el ser humano jamás inventó una mejor conbinación.
Las canciones de Bacharach tienen la capacidad de llevarte de la mano a los lugares a los que con frecuencia nos resistimos a entrar, los de los sentimientos, la ternura, las emociones, la sensibilidad y el romanticismo con mayúsculas. Llámalo sensiblería ¿qué más da? Por mucho que hayan criticado estos temas y los hayan tachado de fáciles o comerciales, el tiempo sigue conservándolos frescos y jóvenes mientras los que los criticaban ya hace años que pasaron de largo. ¿O no?
Esta pequeña e inocente canción, que como muchas otras habla del amor en una de sus múltiples variantes, fue grabada por primera vez por Dionne Warwick en 1964, y aunque no fue precisamente un éxito al instante, se ha llegado a convertir en uno de los temas más versionados de sus autores, un "standard" imprescindible para los mejores vocalistas del mundo.
El año pasado fue incorporada a la partitura del revival de un musical llamado Promises, Promises que no es sino la versión de Broadway de la mítica película de Billy Wilder El Apartamento. En el repertorio original de esta obra figuraban temas tan célebres como I´ll never fall in love again o Whoever you are, auténticas joyas perfectamente hiladas con el argumento dramático de la trama, pero tal vez para asegurar el éxito del nuevo montaje -como si no hubieran bastado las presencias de Kristin Chenoweth y Sean Hayes- añadieron dos indiscutibles hits de sus autores como I say a little pray for you y el tema que hoy nos ocupa.
Y la verdad es que las dos nuevas incorporaciones empastan perfectamente en la acción. Cuando la protagonista, Fran Kubelik (interpretada por Shirley McLaine en la película) se queda sola en el despacho de su jefe/amante y se plantea regresar a casa tras una alocada fiesta de navidad, se da cuenta de que nadie la está esperando allí, que lo que va a encontrar es un apartamento vacío y solitario. ¿Se te ocurre mejor pretexto -nunca mejor dicho- para insertar un tema que describa ese estado de indefensión y abandono?
Con esta preciosa balada inauguramos una nueva sección para la segunda temporada de Stage door. Una sección en la que las canciones -principio y fin del teatro musical- tendrán el protagonismo que merecen. Canciones que nacieron para contar historias entre cajas y que en muchos casos consiguieron una vida propia, lejos de las bambalinas y los decorados de cartón piedra.
Y hoy traemos, además de la cantante que lo interpretó el el teatro, a la "diosa blanca" y la "diosa negra" de la música popular del último siglo. Barbra Streisand y Ella Fitgerald son, entre otros muchos, dos de las cantantes que hicieron suya esta canción, que no será una canción de verdad hasta no ser escuchada por alguien como tú. Igual que este blog no es un blog hasta que lo abres y lo miras. 






jueves, 29 de septiembre de 2011

Another opening, another show! (una historia de Broadway, 4)



Broadway,1929 (tap your troubles away!)

Jueves negro. El desplome de la bolsa de valores en Wall St. comienza a provocar el temido efecto dominó. La desmesura, el despilfarro, la avaricia y el descontrol por parte de la administración -¿nos suena?- traerán como consecuencia la llamada Gran Depresión. Todo parece derrumbarse alrededor, el sistema capitalista en tela de juicio, para muchos un "juicio final", especialmente para los que decidieron saltar por la ventana del rascacielos más cercano. El mismísimo Florenz Ziegfeld, sin ir más lejos, estuvo a punto de ser uno de ellos cuando días antes de poner en marcha su último espectáculo comprobó que acababa de perder más de tres millones de dólares invertidos en bolsa. El abominable cartel de "cancelled" empezó a decorar las fachadas de los teatros mientras las calles se llenaban de mendigos que suplicaban ayuda. Brother, can you spare a dime?  
Sin embargo el público seguía demandando diversión en un tiempo en el que la "ley seca" se respetó menos que nunca y la ciudad se llenó de "speakeasies" o locales clandestinos en los que se consumían litros de alcohol mientras se bailaba a ritmo de rag o charleston. Ahora más que nunca la gente necesitaba escapar, olvidarse de sus dramas aunque solo fuera durante un par de horas. En un tiempo en el que las chicas habían acortado sus faldas y su pelo, parece que lo único que se alargaban eran las colas de racionamiento.
Los Gershwin, Richard Rogers, Cole Porter, Marilyn Miller, Fred Astaire o el propio Ziegfeld emigraban a la costa este buscando el amparo de los grandes estudios en constante demanda de talentos. Eran los años dorados de Hollywood, en los que la irrupción del cine sonoro elevó al máximo la popularidad de las películas musicales. La fórmula que tantas veces se repitió fue la de adaptar argumentos de Broadway al cine, con montajes y coreografías de vértigo -las famosas composiciones de Busby Berkeley con sus increíbles efectos de caleidoscopio- que ahora más que nunca ayudarían al público en su conpulsivo deseo de soñar. Los actores y actrices de Broadway también volaron a la otra punta del país ante la necesidad de personal capaz de actuar, cantar y "hablar", además de dar bien ante la cámara. 
Al mismo tiempo, en un viejo teatro de Nueva York se estrenaba un peculiar musical, una "revue" con un carácter completamente distinto al resto de las típicas funciones más frívolas y desenfadadas. "Americana" era el título de una obra que tuvo que mudarse de teatro en más de una ocasión perseguida por la censura política que la acusaba de "subversiva y bolchevique". Se puede decir que "Americana" fue uno de los primeros musicales "de compromiso", con números que hacían burla del capitalismo y los políticos y denunciaban la injusticia social. De él se extrae una canción que para muchos puede ser la definición perfecta del  fracaso del sueño americano, el "himno" de la Depresión, Hermano, me puedes dar diez centavos? Paradójicamente este tema se convirtió en un gran éxito en la voz de Bing Crosby.
Ahí reside la grandeza de Broadway, en la capacidad de hacer coincidir en los carteles obras que representan una versión absolutamente frívola de la vida, con otras de pretensiones más serias y concienciadas, que se negaban a fingir no ver lo que estaba sucediendo a su alrededor. El mismo George Gershwin triunfaba con piezas tan ligeras como Fascinating Rhythm o Girl Crazy, mientras en sus ratos libres se sumergía en la creación de su obra magna, algo mucho más serio y ambicioso, una ópera llamada Porgy and Bess que aunque al principio no fue demasiado bien entendida, poco a poco se situó en el cenit de la música popular norteamericana, y al mismo tiempo de la música clásica internacional.  
Summertime and the livin´ is easy... Irónico ¿no? Un tiempo de verano en medio del más crudo invierno que azotaba el país en el que los sueños se hacen realidad.     








jueves, 22 de septiembre de 2011

Who is who in the cast



Chita Rivera  (and all that jazz!)

Dolores Conchita Figueroa del Rivero. Nacer con este nombre, nacer de padres puertorriqueños, nacer mujer y en los años treinta, no tiene necesariamente que estar reñido con haber nacido para triunfar, para ser una estrella. Una de las más grandes que ha dado la historia del musical americano.
De no haber existido ¿quién más podría haberle dado piel -morena y dura, de la que no se rompe facilmente- a Velma Kelly en Chicago, Anita en West Side Story, Rosie en Bye Bye Birdie, Liliane en Nine o Aurora en Kiss of the Spider Woman? ¿Dónde habrían encontrado a alguien capaz de ser así de racial, de fuerte, de cómica y de trágica, de bailar y de cantar con tanto fuego? Alguien capaz de meterse en los zapatos de tantas mujeres extraordinarias, y ser al mismo tiempo tan "de verdad", no debe ser muy fácil de encontrar.
Chita creció oyendo a su padre tocar el saxo, envuelta en música y ritmo desde pequeña. Pero la música acabó pronto -o mejor dicho, se interrumpió- cuando a los siete años su padre murió y madre e hija se mudaron a Washington DC, a poner en marcha una nueva vida. Y fue allí donde la niña comenzó a tomar clases de baile, que mientras para otras suponían un complemento a su educación, para Conchita fueron una revelación definitiva. Mamá ¡quiero ser artista!.
A los 15 años, un profesor de danza de la escuela de Balanchine, en Nueva York, se fijó en ella y no paró hasta conseguirle una beca en una de las escuelas de ballet más prestigiosas el país. Nadie podía detener el salto a la gran ciudad. Y luego la historia de siempre, o de casi siempre. Audición tras audición, pruebas, trabajos diversos para pagar el alquiler de un apartamento compartido en la parte peligrosa del Village...y de pronto la oportunidad en forma de folletín clásico. Cuando acompañaba a una amiga a hacer una prueba para un papel secundadrio en Call Me Madam (Elaine Stritch era la protagonista, ni más ni menos), acabó consiguiendo ella misma el trabajo. No sabemos si ahí terminó su amistad, pero lo que sí sabemos es que en ese instante comenzó una carrera vertiginosa que la llevó a convertirse en cabeza de cartel pocos años después.
Y en 1957 su consagración. Sus rasgos latinos y su frescura casi salvaje en el escenario, le proporcionaron su primer papel de verdadera importancia, Anita, la puertorriqueña que "quiere vivir en América". West Side Story fue uno de los mayores éxitos de la historia de Broadway gracias a Bernstein, a Sondheim, a Robbins, a Laurents...y a ella misma. Hoy no resulta fácil recordar el nombre de la protagonista de la obra, sin embargo ya nunca más hubo que explicar quién era Chita Rivera.
En las marquesinas de Bye Bye Birdie -años sesenta- su nombre ya lucía sobre el título junto al de Dick Van Dyke, y no mucho después empezó a rondarla el que por entonces se había convertido en el mejor director y coreógrafo del momento, Bob Fosse. Su electrizante forma de bailar, cantar y actuar enamoraron al genio, que le reservó el papel de Nicky en la versión cinematográfica de Sweet Charity. Ese Big Spender nunca habría sido lo mismo sin sus curvas y su descarada sensualidad. Y no pudo pensar en otra para montar, en 1975, el que ha sido uno de sus más celebrados trabajos, Chicago. Desde entonces, cientos de actrices han subido por esa plataforma situada entre los músicos entonando el "Come on babe, why don´t we paint the town..."  pero si escuchas con atención el disco original verás que nadie lo ha hecho como ella. Con toda su energía, con toda su ironía, con todo su jazz.
Para colmo es de las pocas actrices que han sabido evolucionar con su edad. Papeles como el de Anna en The Rink (junto a otra fuerza de la naturaleza apellidada Minnelli) o el de Aurora en la versión musical de Kander y Ebb de la novela de Manuel Puig, El Beso de la Mujer Araña, demuestran que se pueden escribir cosas muy interesantes para mujeres de más de cincuenta. O de casi setenta, los años que tenía cuando volvió a poner un teatro boca abajo a golpe de tango con Antonio Banderas en la última producción de Nine.
Hace unos años montó su propio show llamado "Chita, the dancer´s life", y los que tuvieron la suerte de verlo seguro que pudieron descubrir la materia de la que están hechas las estrellas. La vida de una diva contada a ritmo sincopado, con tanto sentido del swing como del humor. Y con la humildad de la que gozan las verdaderamente grandes. Pero lo mejor, según los que estuvieron allí, fue comprobar como todavía, después de tantos años, seguía pisando las tablas con fuerza y seguridad, brillándole los ojos con la misma emoción, con la misma ilusión que, mucho tiempo atrás, debió sentir aquella niña de verdes ojos y negras trenzas bailando frente al espejo.






jueves, 15 de septiembre de 2011

Standing ovation




Follies (the road you didn´t take)

¿Cuántas veces nos hemos preguntado cómo habría sido nuestra vida si en vez de ese camino hubiéramos escogido otro distinto? Si en vez de esa puerta hubiéramos abierto otra, si en vez de ese taxi hubiéramos tomado el siguiente, si en vez de llegar tarde hubiéramos llegado a tiempo, o al revés. ¿Cómo habría sido la vida que nunca vivimos? ¿Y el amor que no conocimos? ¿Y los pasos que no dimos?
Hats off, here they come those beautiful girls...
Un teatro a punto de ser demolido, cascotes de yeso desprendidos, viejas cornucopias descolgadas, luces semifundidas, atrezzo amontonado y polvoriento, telones desgarrados... y el fantasma de la nostalgia deambulando a sus anchas entre palcos y bastidores cubierto de lentejuelas sin brillo. Así comienza una obra cargada de melancolía y al mismo tiempo una profunda declaración de amor al mundo del espectáculo.
Con motivo de la venta del viejo teatro Weismann -donde pronto van a construir apartamentos de lujo- se celebra un reencuentro de viejas glorias de las legendarias Weismann Follies, evento que reunirá a las chicas del coro de varias generaciones. Amigas, compañeros, rivales y antiguos amantes se volverán a encontrar después de muchos años, y entre risas y champagne irán sopesando qué ha sido de sus vidas, qué hicieron bien o mal, sus éxitos y sus fracasos, lo que pudo haber sido y no fue... Buddy y Benjamin, los jóvenes que esperaban a las coristas -Sally y Phyllis- en la salida de actores, ahora son sus esposos casi treinta años después, y hasta que no vuelven a verse no serán conscientes de lo acomodadas y aburridas que se han vuelto sus vidas, y sus matrimonios. El desencanto comienza a golpearles cuando rememoran la pasión y el amor que les movía entonces. Los deseos nunca confesados van apareciendo y toman cuerpo a través de canciones a veces sarcásticas y otras de una honda nostalgia. Y así comienzan un viaje con mucho pasado -y muy poco futuro- en busca del tiempo perdido.
Semejante material no podría haber caído en mejores manos que las de Stephen Sondheim, autor de música y letras, y James Goldman, responsable del libreto, consiguiendo ambos uno de los mayores éxitos de sus carreras. Harold Prince produjo la obra, concediendo una vez más su confianza a Sondheim, junto al que acababa de estrenar Company con una inmejorable acogida por parte de la crítica y del público. Y poco después llegaría A little night music, otra obra maestra resultado de la colaboración de estos genios tocados por la varita mágica de la inspiración.
En las distintas versiones que se han producido desde su estreno en 1971, las viejas glorias del Weismann Follies han sido interpretadas por actrices de los años dorados de Hollywood como Yvonne de Carlo, Ann Miller, Marni Nixon, Elaine Stritch, Marge Champion o Betty Garret, y todas han tenido la oportunidad de lucirse cantando los temas estrella de este musical -Broadway Baby o I´m Still Here- poniendo al público en pie al término de cada actuación. Y es normal, ¿quién puede permanecer indiferente ante tanto sentido del humor y de la autoparodia, ante tamaña manifestación de amor por el teatro con mayúsculas?
Una vez más, Follies regresa a la ciudad, y lo hace por la puerta grande, esta vez ofreciéndonos la oportunidad de ver a Bernadette Peters -una de las indiscutibles musas de Sondheim- haciendo el papel de la infeliz Sally Durant, que canta el tema más desgarrador de la función, Losing my mind. Solo por ese momento ya debe merecer la pena pagar la entrada, sin dejarnos atrás otros números sublimes como el Could I leave you? (esta vez por Jan Maxwell) de un cinismo exquisito y demoledor. A la gran Elaine Paige (Cats, Sunset Boulevard...) le toca ahora hacer de la delirante Carlotta, que tras haber pasado a través de lo mejor y lo peor del mundo de la farándula, se enorgullece al afirmar que a pesar de los desengaños, las traiciones, los sacrificios, los éxitos y los fracasos de su larga y ajetreada existencia, ¡aún sigue aquí! Todo un manifiesto de supervivencia.
Lo único malo que puede tener ver esta obra, es que incita a hacer balance de tu propia vida, a ver lo que no estamos seguros de querer ver, y a pensar en aquellos caminos que nunca hemos transitado, las páginas que por una razón u otra nunca escribimos. Pero no te preocupes, esta catarsis no puede ser tan mala si está acompañada por la música del maestro.





Intermission

 

Wellcome back!

Vayan ocupando sus asientos, el intermedio va a finalizar y comienza el segundo acto.
El telón está echado y la orquesta vuelve a situarse en sus puestos. La música del "entr´acte" suena repitiendo las melodías más pegadizas del acto primero conectándonos de nuevo con la trama, que suele quedar en suspenso cuando llega el intermedio. ¿Cómo acabará la historia? ¿Cómo será el final? Esa música nos recuerda que aún nos queda mucho por disfrutar...
Pues sí, ya pasó el "intermedio" que cada año suponen las vacaciones de verano. Nos guste o no, el curso arranca con todo lo que eso conlleva... y llega Septiembre, un tiempo de comienzos, renovación y nuevos propósitos para los que ordenamos los meses del año no desde Enero a Diciembre, sino de Septiembre a Junio. Como dice ese temazo de Kurt Weill, "September song", los días se acortan mientras el tiempo de otoño cambia el color de las hojas... y poco a poco nos disponemos a reencontrarnos con nuestra vida de siempre.
Stage door también regresa después de un paréntesis veraniego a acompañarnos cada semana (si las obligaciones de la "reentré" nos lo permiten) con nuevas -y viejas- músicas, otros autores, actores, directores y argumentos que merecen ser desempolvados e iluminados una vez más con ese "spotlight" o chorro de luz que tanto gusta a las estrellas. Continuaremos con nuestras ya habituales secciones, y añadiremos alguna nueva, como por ejemplo "Play it again..." (distintas versiones de temas célebres de musicales), "What´s about?" (temas y argumentos de la historia, la literatura o las artes traducidos en obras musicales) o "Broadway Baby" (musicales infantiles, familiares, navideños... sí, mucho Disney). Y ya sabéis que se aceptan sugerencias y peticiones ¿ok?
Pues manos a la obra, el show debe continuar, y continúa. El maestro de ceremonias nos da la bienvenida en varios idiomas, willkommen, bienvenue, wellcome... back in the business!!
Gracias por seguir ahí, y buen curso a todos. Ahora sí comienza la obertura del segundo acto, así que silencio en el patio de butacas, enjoy the show!


lunes, 25 de julio de 2011

Entr´acte


So long, farewell... 

Después de haber estado juntos desde enero, semana tras semana, no me parece adecuado despedirnos "a la francesa". No es de buen gusto, no. Ya sé que no es una despedida, sino más bien un intermedio, o como señalan los programas de teatro, un "entr´acte". Uno se levanta de la butaca, va al baño, comenta con sus colegas lo bien que lo están pasando, cómo ha cantado aquel actor, o qué pasada de montaje, mientras se fuma un cigarrillo en la puerta, siempre respetando una distancia prudente de la marquesina. Y recreándonos con los carteles luminosos, esperando que vuelva la magia con la música del entreacto. 
Pues algo así. Descansamos en verano, cerrado por vacaciones, vuelvo en 5 minutos (o en mes y medio).
So long, farewell, bye bye (birdie), so long dearie, bye bye mein lieber herr... el adiós -o el hasta luego- suena mucho mejor con música de Broadway ¿no?  Por eso os digo hasta pronto no sin antes dar las gracias a todos por vuestro apoyo, vuestra respuesta y manifiesto interés. Un beso a mis seguidores y seguidoras, a los que pinchan por curiosidad y a los que cada semana entran, disfrutan y participan con sus comentarios o sugerencias. Gracias from the bottom of my heart! 
Os dejo con esta foto codo con codo con mi querida y admirada tocaya (la semana que viene es nuestro santo, by the way). ¿Estamos guapos o no?
Y recordad que nos vemos en Septiembre, que es el mes perfecto para cualquier regreso. Y si Dios -o Sondheim- quiere, volveremos con mucha más música, mucho más teatro, las ya conocidas secciones más algunas nuevas, y bueno, con ganas de seguir disfrutando juntos del fascinante mundo del teatro musical. 
Mientras tanto apago luces, cojo la maleta, doy la vuelta al cartel de abierto, cierro la puerta, y corro lejos de aquí.  ¿Y por qué? Cause is too too too darn hot!!
Enjoy the summer!






jueves, 21 de julio de 2011

Music & lyrics





Cole Porter (You´re the top!)

You're the Coliseum. You're the top! You're the Louvre Museum.
You're a melody from a symphony by Strauss, You're a Bendel bonnet, A Shakespeare's sonnet, You're Mickey Mouse!
Si tuviéramos que buscar una sola palabra que definiera el estilo de Cole Porter tal vez sería lo que en inglés llaman "Witty". Agudo, ingenioso, divertido, inteligente, atrevido, hilarante y preciso hasta decir basta.
Eso si hablamos de sus letras, pero ¿y sus melodías? ¿Cómo alguien puede llegar a ser tan frívolo y banal y al mismo tiempo capaz de sumergirse en el sentimentalismo más profundo? Let´s do it, It´s DeLovely, Let´s misbehave, Tom, Dick or Harry, Well did you evah... son como burbujas de champagne -del mejor, eso sí-  frescas y efervescentes, ligeras y atrevidas, y desde luego capaces de emborrachar antes de que te des cuenta. Por otra parte All trough the night, Every time we say goodbye, So in love... nos pueden poner tan tiernos... Según la mayoría de los críticos especializados, no ha habido otro compositor más hábil a la hora de empastar letra y música. Según mi propia opinión, lo más complicado que ha logrado este genio es hacer que todo parezca tan fácil. Los versos más caprichosos entrelazados, sin perder una sola coma, con el ritmo y con la música, muchas veces de forma frenética. Y es que hay gente que nace tocada por una varita mágica.
Y hay gente que nace en Perú, Indiana, en medio de ninguna parte, y acaba con sus días en una lujosa mansión de Santa Mónica, California, habiendo recorrido un largo e intenso camino. Bueno, en realidad no hay mucha gente que haya vivido una vida como la suya.
Su abuelo, el dueño de la mitad de la madera y del carbón del estado (de ahí le vino el apodo de "Cole", heredado por su nieto) esperaba que el niño se convirtiera en un importante abogado, de hecho lo empujó hasta Harvard y Yale a ver si podían hacer carrera de él. Pero su madre se había encargado de matricularlo en un montón de clases de música desde pequeño. Ella parecía conocerlo mucho mejor -con ocho años ya tocaba el violín, el piano y hasta había escrito su primera opereta- así que sin moverse de la universidad dejó los pleitos para formarse académicamente en armonía y composición musical. Este fue uno de los muchos secretos que nunca supo su abuelo.
Fue fácil llegar a Broadway, fue fácil triunfar en Broadway, fue fácil ir a la guerra - o no, porque para muchos Porter nunca se alistó en el ejército, a pesar de su inveterada atracción por los uniformes- fue fácil trasladarse a Europa, viajar por todo el mundo, instalarse en París y encadenar éxito tras éxito en la década de los años treinta. ¿Le fue fácil casarse? Fue inevitable, porque a pesar de su reconocida homosexualidad, el amor que sintió por Linda Lee Thomas fue más allá de lo puramente convencional. Esposa, musa, amiga, hermana y madre. Lo que debieron reirse y lo que debieron llorar juntos...
Cada vez que se estrenaba un musical de Cole Porter (Gay Divorce, Anything goes, Jubilee, Red, Hot and Blue...) las entradas desaparecían, las discográficas se peleaban por grabar sus canciones y las emisoras de radio no paraban de poner sus pegadizos temas con las voces de Ella Fitzgerald o Fred Astaire.  Eran días de vino -mucho vino-y de rosas.
La otra cara de la fortuna: escándalos continuos, amenazas de divorcio, un desgraciado accidente de hípica, múltiples operaciones, dolor, depresión y olvido. A finales de los años cuarenta ya había conocido varios fracasos seguidos, y cuando muchos pensaban que su fórmula mágica -un perfecto cócktail de excentricidad y sofisticación- ya estaba agotada, le llegó uno de sus mayores éxitos y seguramente su mejor obra, una divertidísima parodia sobre The Taming of the Shrew de Shakespeare titulada Kiss me Kate.
En Hollywood también supieron explotar su genio, High Society, The Pirate o Silk Stokings fueron tocadas por su sello personal e intransferible, y le dieron fama -más aún- fortuna y reconocimiento mundial.
El pago tuvo que ser duro, adaptarse a la disciplina de los grandes estudios habiendo ido por libre casi toda su vida. En no pocas ocasiones fue censurado -y hasta vetado- por sus excesos, cada vez más continuos y descarados.
Berlin, Gershwin, Kern o Rogers lo adoraban -y lo envidiaban- y a veces estuvieron muy cerca de copiar su estilo, algo casi imposible de conseguir, porque ese algo único, genuino, que no era mejor ni peor, sino diferente, le pertenecía solo a él. Como dice una de sus canciones, You´ve got that thing! Ese algo que no se puede describir con palabras, al menos con las mías... You´ve got that thing, you´ve got that thing, That thing that makes birds forget to sing, Yes you´ve got that thing, that certain thing!
A pesar de lo oscuros que fueron sus últimos días -viudo, mutilado y amargado en la cruel soledad de su retiro final- a Cole Porter nadie lo recuerda con tristeza. La sola mención su nombre ya nos hace sentirnos elegantes y mundanos, predispuestos a llenar la copa y encender otro cigarrillo. Y muchos de los sueños de varias generaciones han tenido su música como fondo, when they begin the beguine...  
Y ahora lo tenemos de vuelta a casa -después de años de ausencia- y por la puerta grande, él no conoce otra. La puerta no es ni más ni menos que la del Stephen Sondheim Theatre, qué casualidad. Y vuelve con uno de sus musicales más absurdos y casquivanos, Anything goes (todo vale) a poner un poco de fantasía, mucho de picardía, toda la gracia, la ironía y el glamour de verdad que tanto echamos de menos en los días que corren. Así que, ya que nos queda tan lejos el teatro, ¿por qué no tomarnos un Dry Martini de los que tanto le gustaban e imaginamos locas aventuras en un crucero en el que todo, absolutamente todo vale, y cualquier cosa puede pasar? Eso sí, solo con su música como banda sonora.
But if, baby, I´m the bottom, you´re the top!