The perfect year
Todos brindamos porque el año que entra sea perfecto. Próspero, feliz año nuevo. Año nuevo, deseos viejos. Proyectos, propósitos, planteamientos que acaban en el cubo de la basura junto al matasuegras y la cinta de espumillón. Basura reciclada cada comienzo de año, cada comienzo de año imperfecto.
No quiero parecer pesimista porque no lo soy mayormente. Todo lo contrario. Pero es que es tan absurdo -y tan inocente- pensar que porque el almanaque pase del 31 al 1 las cosas van a cambiar...
Pobre Norma, ella también lo creía, lo necesitaba desesperadamente. Y su año terminó como el rosario de la aurora. If you´re with me, next year will be the perfect year... Pobre infeliz.
Sir Andrew Lloyd Webber ha escrito cientos de canciones a lo largo de su larga y suculenta carrera, muchas magníficas, alguna genial, bastantes repetidas hasta la extenuación, ya oídas aquí o allá. Pero cuando se sentó ante el piano a componer los temas de Sunset Boulevard se le escaparon algunas de las melodías -y de las letras- más hermosas que ha parido el teatro musical nunca jamás. With one look, As if we never said goodbye, Greatest star of all... Y entre ellas una que resumía a la perfección el espíritu del año nuevo, la ilusión ilusa de los que creen que a partir de ese preciso instante todo puede ser diferente.
La vieja Norma Desmond encerrada en su vieja jaula barroca, enloquecida por culpa de la soledad y el olvido, viviendo en un pasado que no solo no volverá, sino que en realidad no ocurrió jamás. Y de pronto la juventud entra en su vida como un huracán destapando pasiones embalsamadas, llenando la piscina de la vieja mansión y el depósito del Rolls (o del Isotta Fraschini) hasta rebozar.
Norma compra a su gigoló con tuxedos y abrigos de vicuña, con pitilleras de oro y con lástima, mucha lástima. Y cuando la pobre loca cree que está seduciendo a su enésima víctima, cuando aún le quedan energías para seguir engañándose y creyéndose atractiva y poderosa, decide organizar una gran fiesta de fin de año.
Rudy Valentino le dijo que lo mejor para bailar el tango eran las baldosas, y ella encargó las mejores para acorralar a su presa, para emborrachar a la víctima que es también verdugo. Música y champagne, todo preparado. Pero entre ellos se interponen dos cosas, el molesto tocado de plumas que luce la estrella y... todo lo demás.
¿Cuándo se supone que llegarán lo otros invitados? No hay otros invitados, y no solo porque el plan era la encerrona perfecta, no, es que no hay nadie más a quien invitar. Todos aquellos amigos de la vieja gloria ya están lejos, arruinados o muertos. La hecatombe del sonoro aguó la fiesta perpetua que fue el Hollywood de los años veinte pero a la vez dejó secas las cocteleras y también las piscinas. Solo una triste orquesta amenizando el crepúsculo de la diosa, como aquellos músicos del Titanic tratando de ignorar la tragedia anunciada.
Cuando el joven pudo escapar de la tela de araña corrió huyendo a una fiesta mucho más concurrida, con gente joven y animada, creyendo que allí estaría a salvo de su propio destino. Pobre Joe, no sabía lo larga que podía ser la sombra de una mujer despechada. Unas muñecas rajadas, una llamada de teléfono y... regreso a la guarida donde unos brazos vendados lo atraparían para siempre, hasta el siguiente y último intento de huida en el que acabó disfrutando eternamente de una piscina recién llenada para él.
Podría decir que jamás he visto un mejor final de un acto primero. El infeliz escritor llegando al diván donde yace su mentora y deseándole feliz año nuevo mientras suena el All lang syne. Ella lo rechaza porque sabe que ya está en la trampa, él la besa, ella lo abraza apasionadamente devolviéndole el beso que los llevará juntos a la ruina. Y el telón cae suave pero rotundamente con la melodía de ese tema perfecto para ese intermedio perfecto, una bonita e ingenua canción que parece burlarse de los sueños de una pobre desgraciada, o de muchos.
Al final de cada año hay un breve intermedio, uno que dura exactamente lo que tardan en sonar las doce campanadas que separan las decepciones de las esperanzas. Yo deseo de todo corazón que tengáis poco de lo primero y mucho de lo segundo. Pero mi deseo de verdad queda explícito en la letra de esta canción que hoy ponemos una y otra vez: si estáis junto a mí este podrá ser -y seguro que será- ¡el año perfecto!